Capítulo 17

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Algo dentro de mí me gritaba que esto no era bueno, que era una completa locura lo que estaba a punto de hacer, pero me negaba a escucharlo, me negaba a dejar que Scarleth pagara por los malos actos de mi padre y también, quizá, los míos.

El verla hecha un ovillo en la esquina de aquella horrible habitación fue todo lo que necesité para saber que yo era capaz de dar mi vida por la chica que me había apoyado desde que tenía dieciséis años. Una chica que a pesar de que la ayudé, también la metí en problemas, demasiados. Ahora por mi culpa estaba en manos de un sádico maníaco, el cual haría cualquier cosa para tener a mi padre frente a él. Scarleth solo era la punta de la soga de la que él comenzó a tirar y en la otra punta se encontraba mi padre, lo peor de ésto era que antes de mi padre y después de Scarleth había más personas en ella: mi madre, mi hermano y yo. Sabía que esto solo era un ataque de muchos que David tenía preparado; pero esto era estúpido, ¿por qué lo era? sencillo. David hacía esto para traerme aquí, pensando que después iba a venir mi padre a sacarme. Un gran error.

Mi padre nunca me iba a sacar de alguno e mis problemas, aunque hubiera sido su culpa.

—Esto no está bien, Alice —dijo Alén—. Aquí hay algo más, no solo puede estar él.

Asití, meditando sus palabras. Tenía razón, mucha. Quizá en las sombras tuviera a al menos ocho de sus hombres más fuertes, listos para disparar, matar a quien entre por las puertas frente a mí.

—Ya no hay vuelta atras —sentencié—. Voy a llevarla a casa a como dé lugar.

El negó, sin embargo no protestó. Me acerqué a abrir la puerta, la empujé con cautela y después entré, sin apartar la vista de donde estaba David. Saqué el arma de mi cintura y apunte a él. Sonrió, cómo si tener un arma con el cañon en dirección a su cabeza fuera lo más alegre de la vida. Tal vez para él lo fuera. Alén entró detrás de mí y al instante su sonrisa cayó.  

—Veo que ya no eres capaz de defenderte por ti misma, amor —su voz estaba completamente teñida de rabia, la misma que resonó como eco en la las cuatro paredes.

—Piensa lo que quieras, David. Hace años que me dejó de importar lo que tú pensaras de mí.

Lo vi bajar por unas escaleras de hierro y caminar hasta quedar a unos metros de mí.

—Eso no era así hace unos años —replicó con cinismo—. La niña que está en esa esquina lo sabe.

Señaló la esquina donde se encontraba Scar. Miré a Scarleth. Hice un movimiento con mi cabeza a Alén para que vigilara a David. Me acerque a ella y me puse de cuclillas. Tomé su rostro entre mis manos y revise su cara; se encontraba llena de tierra, sus ojos no tenían ese brillo propio de ella, su ropa estaba rasgada por todos lados, su pelo completamente enredado, mi vista fue a dar con su labios partidos y una apertura en su ceja derecha.

—Es una trampa, Alice —murmuró.

—Lo sé.

Ella me miró asustada. Yo le sonreí tratando de tranquilizarla, pero no pasó. Tampoco le iba a decir un: todo va estar bien, porque no era así. Todo estaba mal y ella también era conciente de ello. Ella sabía que yo podía morir en cualquier momento, pero ella no. Sabía que no iba a dejar que nada le pasara, a pesar de que a mí me pudiera pasar todo.

Hice que se levantara al ver que no tenía ni una solo soga. Justo en ese momento quería matar a David, pero no lo iba a hacerlo, porque el no merecía morir, merecía sufrir, sufrir mientras vivía. Pasé una mano por su cintura al ver que ella cojeaba. Alén aún apuntaba a David, estos se miraban como sí en cualquier momento fueran a matarse, parecia haber más odio entre ellos que el que yo le tenía a René o a el mismo David. Me comenzó a preocupar el hecho de que David nos estaba haciendo las cosas demasiado fáciles, pero no lo demostré. Esto solo significaba lo que ya había sospechado: David tenía más planes. Todos y cada uno de ellos con intensión de tenerme a su disposición después de haber atacado a cada integrante de mi familia.

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora