Capítulo 40

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Observé con atención la llamativa estrella brillante y cristalina de ocho puntas. Realmente saltaba a la vista su belleza.

No me extrañaba que esos eruditos quisieran quedárselo.

-Es muy bonita.-Dije con sinceridad.

-Me la hizo mi papá.-El niño sonreía triste.- Me decía que siempre mirara al cielo y esta estrella me guiaría.

Alcé la mirada de forma inerte viendo como ya las primeras estrellas empezaban a verse.

-Pues tu padre es muy listo.

-Era.-Corrigió.-Murió hace dos años.

La frialdad con la que el niño pronunció esas palabras me hizo temblar.

-¿Qué le paso?-Pregunté.

Se encogió de hombros.-No se sabe. Un día salió a una reunión y nunca regresó.

-¿Con quién se reunía?

-La sede erudita lo cito, ya que formaba parte del consejo. Pero ellos dijeron que nunca llegó a la reunión.

La palabra se estrelló casi al instante en mi frente.

Divergente.

*****

¿Sabéis ese momento en el que sabes que va a ocurrir algo o estás esperando a que ocurra y eso te pone de los nervios? ¿Justo en esos momentos en los que las famosas mariposas bailan rebeldes en tu estómago ?
Bueno pues cuando me fui de abnegación para volver a osadía..
Cuando pise la sede osada de nuevo...

No sentí nada de eso.

Sinceramente, creía que no iba  a poder poner un pie en osadía sin recordar la dura traición a la que había sido sometida, que inmediatamente recordaría que la persona más importante para mí me había destrozado además de humillarme.

Pero no, nada de eso pasó. El guardia me abrió la puerta sin siquiera dirigirme una mirada de comprobación o un chequeo que demostrara que realmente era osada.
Bonita seguridad.

Cuando ya estuve de nuevo en mi facción me vine abajo un poco.¿Y ahora que hacía yo? Volver a la habitación de Cuatro no era siquiera una opción viable, si vuelvo a mi habitación las chicas empezaran a bombardearme a preguntas y a decirme cosas que yo ya he reflexionado varias veces.

En resumen, no tenía un lugar al que ir. Debía buscar a Max cuanto antes y pedirle que me mostrara alguna habitación individual que no se pase de mi presupuesto que no es muy elevado.

Podría haber ido a ver a los iniciados, mas seguramente Peter estaba con ellos enseñandoles alguna que otra lección de ataque y no me apetecía que me restregara por la cara todo lo que había visto al igual que yo, en el mismo momento y en el mismo lugar.

Que humillación más grande.

No me di cuenta que estaba parada en medio del pasillo hasta que una mujer vestida de cocinera me lanzó una mirada de reprobación. Entonces me acordé.

-Perdona.

La mujer giró la cabeza no muy convencida.

-¿Sí?

-¿Ha terminado ya la cena?-Crucé los dedos con fuerza. Por favor que diga que no, que diga que no...

-Me temo que sí.- Y con eso se dio la vuelta sin entretenerse un segundo más.

Agaché la cabeza y miré mi barriga que reclamaba con fiereza alimento. Lo siento, hoy no probaremos bocado.

Me giré con intención de buscar algo con lo que pasar el rato sin comerme la cabeza.

Divergente (Sin Guerra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora