Capítulo 25

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Ser mesera era un trabajo mucho más fácil de lo que parecía, aunque también más cansado, ya que yo entré de improviso, lo único que tenía que hacer era llevar los platos a la mesa mientras los demás cocinaban, lavaban, limpiaban y se encargan de otra cosas.
Ya llevaba masomenos dos horas sirviendo cuando me empecé a sentir muy cansada. Las personas ya habían terminado de comer y ahora mi único trabajo era rellenar las copas de vino.
En ese momento me asomé al comedor y vi la copa de Dave vacía, él me devolvió la mirada y sonrió.
No estaba segura de si quería más vino, sin embargo, tomé la botella y me dirigí hacia él. Nadie más pareció notar mi prescencia, me acerqué a Dave y él levantó su copa, comencé a servirle cuando susurró algo en mi oído.

—Te ves muy bien vestida así.

Su aliento me hizo cosquillas en el oído y di un brinquito. En ese momento, todos voltearon a ver el desastre que acababa de ocasionar. Le había tirado el vino encima. Al parecer golpeé la copa cuando él me habló.
Sentí las mejillas calientes y me enrojecí como un tomate.

—¡Dios mío! Lo siento tanto—dije, llevándome una mano a la boca.

Todos en la mesa nos miraban, preocupados por la reacción de Dave.

—Esta bien—contestó—Iré a cambiarme.
Se levantó de su asiento y caminó hacia las escaleras, dejando a todos atónitos.

—Puedes volver a la cocina—una gruesa voz habló desde el centro de la mesa—Los accidentes pasan, no debes preocuparte—las palabras del señor Anderson me tranquilizaron y volví a la cocina.

Dave estaba ahí.

—Necesito que me ayudes a limpiarme, ya que tú causaste este desastre—estaba serio, señaló su camisa mojada.

—Sí, enseguida señor—asentí y seguí a Dave a su habitación, dejando muchas miradas extrañadas en la cocina.

Cuando entramos decidí no hablar, pensando que estaba enojado. Pero Dave sólo me miró risueño.

—¿Que pasa?—me dijo.

—¿Que pasa de que?—contesté tímidamente.

—Pareces asustada.

—¿No estás enojado?

—¿Enojado?—dijo y se acercó un poco más a mí—¿Por qué estaría enojado?

—Porque te tiré el vino encima—contesté haciendo obvio el motivo y señalando su pecho.

—No sabes cuánto te agradezco que me hayas sacado de esa tortura—tomó mi rostro entre sus manos y sentí una corriente eléctrica recorrerme los huesos—Gracias.

No pude contenerme más, mis labios hormigueaban por la poca distancia que había con los suyos, así que la rompí. Uní mis labios con los de Dave, terminando lo que habíamos empezado antes de la cena.
Él no se alejó, sino que me apretó más contra su pecho. Nuestros labios se movían al unísono. No quería separarme de él ni se sus increíbles besos. Dave bajó sus manos y acarició las curvas de mi cintura, casi llegando a mis muslos.
En ese momento mis sentimientos se revolvieron, lo quería cerca de mí. Nunca nadie me había hecho sentir lo que Dave lograba. Pero en ese momento me sentí intimidada y desprotegida. Me eché para atrás con un pequeño salto.
Dave no dijo nada, su orgullo y dignidad no debieron permitírselo porque se alejó de mí en una milésima de segundo.

—Lo...siento—mi voz temblaba.

—Tal vez...deberías irte—comenzó a desabotonarse la camisa.

Mi estómago comenzó a dar vueltas, antes lo había visto sin camisa, sin embargo, los nervios emergieron desde mi interior.

—Dave...—comencé a decir.

—No, no está bien que estés aquí, no deberías estar aquí y no deberías...

Dejó la frase inconclusa.

—¿No debería que?—le pregunté dolida.

—No deberías besarme—concluyó. Se pasó la camisa por los brazos y la tiró al suelo. Luego la pateó en mi dirección—Lava esto.

Sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago.

—¿Que?—pregunté, intentando ocultar las lágrimas.

—Es tu trabajo ¿no? Aparte tú lo ensuciaste—dijo Dave.

—Eres un asco de persona—susurré para mis adentros, sin embargo, él escuchó.

—¿Qué dijiste?—se acercó a mí, parecía furioso.

—Que eres un asco de persona—repetí cada palabra con énfasis—Juegas con mis sentimientos sin que te importe nada.

—¿Cuales sentimientos? No me digas que estás enamorada de mí—soltó una carcajada.

—Tú puedes besarme cuando quieras y fingir que nada pasó, pero si yo lo hago está mal—mis lágrimas por fin se abrieron paso entre mis párpados.

—Sigues sin contestarme de qué sentimientos hablas—dijo muy serio, evadiendo mi afirmación anterior.

—Como si no lo supieras—rebatí.

Me sentía tan impotente en ese momento que no alcanzaba a procesar lo que mi cerebro estaba conviertiendo en palabras, simplemente salía.

—Pues no, no lo sé, no tengo idea de qué estás hablando. Aquí no hay sentimientos—dijo, cruzándose de brazos y mirándome fijamente.

Aquello me dolió demasiado, sus palabras me dolían y me lastimaban.

—¡Te odio!—grité sin más.

—¿Ah si? ¿Por qué?—la expresión de Dave se había descompuesto al escuchar lo que dije, sin embargo, regresó a su serio estado anterior en menos de unos segundos.

—Eres increiblemente egoísta, presumido, egocéntrico, grosero, pesimista, cínico...—comencé a enlistar todo aquello que me hacía rabiar de él.

—Y—me interrumpió—terriblemente encantador.

Sus palabras me dejaron sin aliento, no dije nada por un momento y él tampoco. Nos quedamos así hasta que decidí que no quería estar más con él. Levanté la camisa manchada del suelo y comencé a caminar hacia la puerta.

—Sobre todo por eso...—admití, antes de salir y cerrar la puerta tras de mí.

•Desire• (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora