Capítulo 3

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Antes de llegar a mi casa me pasé por mi rincón . Tenía que ver a Kit , arreglar lo que había pasado, sin embargo, estuve esperando en vano, él nunca llegó.
Pero mientras esperaba, un extraño pensamiento tomó mi mente. El hijo del señor Anderson. ¿Por qué era tan peligroso verlo? ¿Enserio existía alguien con tan poco corazón?
Me rehusé a pensarlo así. Adjudiqué su comportamiento a la ausencia de su madre.
Según lo que Emma me contó, ella nunca había visto a ninguna mujer en aquella casa, salvo, claro, las infinitas novias del chico Anderson.
Me causaba una curiosidad mágnetica. Como cuando te prohiben hacer algo y sólo por eso sabes que tienes que hacerlo.
Mientras más te digan que no, tu mente más dice que sí.

Cuando finalmente me dirigí a mi casa, seguía pensando en el misterioso muchacho, en el que, probablemente, estaba prohibido pensar.
Justo antes de llegar a mi casa, dos calles antes, noté que una sombra comenzó a seguirme. Asustada, apresuré el paso, volteando hacia todos lados. Y entonces lo vi. Su cabello color zanahoria.

—¡Kit!—exclamé—¡Casi me matas del susto!

—Lo siento—dijo saliendo de su oscuro escondite, apenado—No quería asustarte.

—¿Entonces porque me persigues en medio de la noche?

—Esque—se rascó la nunca en un gesto nervioso—No me gusta estar enojado contigo, quería hablar.

—Pudiste habermelo dicho.

—Y tú pudiste haberte negado.

—No lo habría hecho.

—Okey ya. Perdón, sé que estás enojada y que es mi culpa, ¿puedes perdonarme?

Su disculpa era sincera. Y por un momento el Kit que estaba frente a mí, desapareció, y ante mis ojos se encontraba el Kit niño. Un niño cuyos cabellos eran tan naranjas como la luz de sol y que su piel irradiaba calor. Un niño tierno. Un niño que me ayudó cuando creí estar completamente sola. El chico que me salvó la vida.
Al recordarlo, mis ojos comenzaron a humedecerse, sin embargo, no le di paso a las lágrimas.

—Oh no. Porfavor no llores. Lo siento mucho—Kit me acercó a él con un abrazo.

—No estoy llorando, yo sólo...—enfoqué sus ojos, tristes, pero sobre todo cansados—Sí te perdono, estamos bien.

Sus labios formaron una sonrisa que iluminó todo su rostro y me besó en los labios como respuesta. Le devolví el beso.

Minutos después ya estaba en casa. Mi padre roncaba audiblemente en la otra habitación, sin dejarme dormir. De cualquier manera no hubiera podido dormir aunque lo intentara. 




Al día siguiente me costó más trabajo levantarme. Ese día sí vi a Kit en la mañana. Cuando llegué a nuestro rincón, él ya esperaba ahí. Su sonrisa de siempre estaba instalada en su rostro. 

Sonrió aún más al verme.

—Hola preciosa—dijo.

—Hola—contesté sonrojada.

—¿Lista para hoy?

En ese momento recordé que Kit no sabía nada de mi nuevo trabajo aún.
Me senté a su lado y le conté todo. Él pareció casi más entusiasmado que yo.

—¡Me alegro mucho por ti! Enserio, que bien que hayas encontrado un trabajo así. ¿Cuánto te pagarán?

—Técnicamente no lo encontré, me encontró a mí—emití una risa tonta—En cuanto a la paga, aún no se, pero estoy casi segura que será más que en el restaurante, ese hombre es asquerosamente rico.

•Desire• (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora