•Desire• (TERMINADA)

Capítulo 31

A las ocho ya estaba cambiada y lista. Emma me había ayudado con el maquillaje, y me prestó unos pendientes que brillaban con la luz. Me puse mi collar con el dije de corazón y esperé a Dave. Estaba completamente nerviosa y mi mente se encontraba descontrolada y llena de mil pensamientos. Estuve esperando un rato, mientras hablé con Emma.

—¿Tú sabías lo de la hermana de Sam?—pregunté.

—¿Qué, exactamente?

—Que murió.

—Sí, lo sé, ¿cómo lo sabes tú?—preguntó curiosa.

—Ella me lo dijo.

—¿Por qué?—Emma parecía impresionada, abrió ambos ojos como platos.

—Me lo dijo para hacerme creer que Dave es una persona horrible—bajé la mirada.

—Por lo que veo, no funcionó—dijo, examinando mi vestido.

—No, nunca pensaría eso de él después de lo que hemos pasado.

—¡Ay no!—exclamó de pronto.

—¿Que?

—Ary, lamento decirte que, ya caiste.

—¿Caer? ¿A dónde?—pregunté confundida.

En ese momento se escucharon dos suaves toques en la puerta, y todo en mí dio un giro inesperado.

—Pronto me entenderás—dijo con un guiño y me dio un empujoncito hacia la puerta—Anda ya.

Caminé los pasos que me faltaban y puse la mano en la perilla, me había visto en el espejo mínimo unas cien veces, el vestido era sencillo pero hermoso. Tenía unos detalles de encaje en la parte de abajo que hacia que al caminar ondeara mucho más, se me ajustaba en la cintura remarcando curvas que ni siquiera sabía que tenía, sin embargo aún dudaba de mi aspecto. Él volvió a tocar.

—¿Qué esperas?—susurró Emma a mis espladas.

Respiré hondo y me aclaré la garganta.

—Sí diga—hablé fuerte para que él me escuchara al otro lado de la puerta.

—¿Ary? Soy yo—su voz me causó un cosquilleo en la nuca.

—¿Qué se le ofrece?—dije. Emma me miraba confundida.

—Oh bueno, yo...¿puedes salir?

No sé si estaba loca, nerviosa o paranoica, pero podía jurar que noté un atisbo de nervios en su voz.

—Mmm, tal vez—respondí—Depende.

—¿De qué?—de pronto su tono de voz era juguetón igual que el mío.

—¿Tienes los ojos abiertos?

—Sí.

—Bien, ciérralos—ordené.

—Pero...

—Ciérralos—repetí, no obtuve respuesta al instante, por lo que me preocupó que se hubiera enojado.

—Bien, ya están cerrados—afirmó después de unos segundos de silencio.