Capitulo 18

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El olor a moho  inundo sus fosas nasales. No podía ni moverse de los golpes que había recibido y pese a los días que habían transcurrido no menguó el dolor.

— Ese maldito hijo de perra— gruñó y golpeó  las frías barras de metal que lo tenían preso, al instante se maldijo a si mismo; golpear el metal le  escoció  su maltratada piel— La culpa es de Ariana— apretó los  dientes al decirlo—. mi Ariana, mía— repitió con obsesión mientras en sus ojos brillaba la locura de mantenerse sobrio.

Se detuvo al escuchar abrirse la puerta del  fondo; la que daba acceso a las celdas donde el permanecía. escuchó pasos y cambio el semblante; fingió estar triste y derrotado.

Basto poco menos de tres minuto para que frente a la celda donde se encontraba parara un oficial que le dio una mirada de compasión.

— Lo dejaremos salir en unos momentos don Ricardo— informó queriendo levantar el ánimo de aquel pobre desgraciado—.   pero debe mantenerse alejado de su hija Ariana hasta que termine el proceso para evitar malinterpretaciones— advirtio el agente.

Ricardo asintió lentamente, se mostro  quejumbroso y lastimero, para darle más pena al hombre al otro lado de las rejas. No obstante dentro de el estaba furioso, colérico y rabioso <<lejos de Ariana, esa zorra es mía>> se repetía a la vez que asentía dócil.

***

A unas calles de la delegación y separos. Marina cruzó  la plaza del pueblo a prisa. El aliento le faltaba, casi corría para llevarle ropa limpia a Ricardo que sería liberado ese día.

Caminó  presa de miedo, le temia, pero era su esposo, ¿Qué diría la gente si lo dejo preso? Se preguntó sus manos apretaron contra su pecho el bolso donde llevaba unos pantalones planchados y una camisa que se esmero en doblar. Ansiaba tanto que él no estuviese molesto, porque después de estar preso quien pagaría el infierno sería ella.

—Es todo su culpa— gruñó sin aliento apurando más el paso.

Llevo con ella la mejor ropa para su esposo, hacerlo ver decente era el primer paso para recuperar a la menor de sus hijas. Después de todo si apoyaba la versión de Ariana perdería a Catalina y, eso no lo permitiría; jamás.

—Siempre complicando todo— maldijo.

Recordó entonces el terror que sintió al saber lo sucedido. La desesperación de no poder sacar pronto a Ricardo y lo mucho que aumentaría su castigo cada día que pasaba preso. Pero no tenía el dinero, ni lo hubiese conseguido de no ser por aquel hombre. Aun se sorprendía de la visita de aquel extraño.

Fue una mañana en que incluso pensó en empeñar lo poco que les quedaba o rogar por las calles para juntar la plata de la fianza. Un leve toque en su puerta la saco de sus infructuosas ideas. Y al abrir se encontró con un hombre de sonrisa torcida y mirar burlón, de piel olivácea tan alto como el marco de su puerta. Fue breve, quería ayudarla.  Le  proporciono el dinero para liberar a su esposo.

<< Un incentivo para que mantenga alejada a su hija de Aitor Sabido>>

Resonaron sus palabras en la mente histérica de pánico de Marina. Llegaba tarde, Ricardo estaría muy molesto.

Al llegar por fin a la comisaría del pueblito no necesito fingir del todo. En verdad era una madre afligida, aunque solo por una de sus hija.

— Señora Marina — le saludo uno de los agentes al verla entrar.

Ella sonrió de labios apretados y la mirada cargada en llanto.

— Buenos días— respondió— ¿hay noticias de mis hijas?— su tono de voz angustiado era sincero, en realidad estaba preocupada aunque solamente por Catalina, con Ariana sentía culpa y odio y dentro de ella sabía que la detesta porque  le había fallado como madre y verla le era insoportable; veía su culpa, su cobardía y el dolor del que fue cómplice por años. Pero Catalina era distinta, su hija menor  era su oportunidad de redención con ella no había culpas ni tenía que obviar nada. Marina era sincera al pedir que le regresaran a Catalina.

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