Capitulo 21

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El beso se tornó en un remolino cálido que los unía con fuerza en un abrazo, al punto que
estaban sin aliento atrapados en el sabor de sus labios, y el sonido agitado de sus respiraciones.

Era un sueño para Ariana ser tocada sin maldad, sin dolor. Lo que él le transmitía era amor.  Las manos varoniles que le tocaban lo hacían con ternura, con delicadeza, con paciencia, era la primera vez que disfrutaba de un jugueteó inocente que despertaba su lado pasional. La manera en que Aitor la guiaba le hacía solo centrarse en las descargas eléctricas de placer que le recorrían el cuerpo a la par de las manos que la exploraban.

Entre besos y caricias, sintió a Aitor inclinarse sobre ella. Para después delicadamente hacerla recostar sobre el  lugar donde estaban sentados, instantes atras.

Sus besos no cambiaron ritmo, fueron suaves, dulces, tiernos, sus manos delicadas y pacientes. No obstante sentir su peso la hizo entrar en pánico, es entonces cuando el sueño rosa termina. <<No es Ricardo>>se dijo. <<Aitor jamás me haría daño>>pensó tratando de alejar el miedo, apreto los párpados con fuerza y sintió el corazón latir le con un ritmo nuevo, uno que le era conocido, el ritmo del miedo. Su respiración dejo el compás acelerado de la pasión para irse de boca al frenético ritmo del pánico. Ariana se permitió abrir los ojos buscando el azul de su mar, buscando la calma que le daba el mirar de Aitor, pero su mente le jugó una mala pasada, al abrir los ojos  ve dos pozos oscuros llenos de lujuria y maldad, los ojos de su demonio, de su infierno, de su padre.

—¡Por favor, no!— suplicó, aunque todo en ella le decía que sus ruegos no servirían, jamás lo hacían, él continuaría, le haría daño, la destruiría una vez más como tantas veces lo hizo antes ya.—¡Por favor, no!— sollozó. Dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

Y para sorpresa de Ariana, él se detuvo.

Parpadeo repetidas veces, incrédula de lo que ocurría. Y solo entonces el mirar negro que la consumía se volvió un mar tranquilo que la miraba llena de preocupación.

Sus labios se contrajeron en una mueca de horror y dolor. ¿Que había hecho?

—Ariana...

Aitor no termino de hablar, sintió sobre su pecho el empuje leve que Ariana era capaz de ejercer sobre él al aplicar toda su fuerza.

—¡Por favor, ya no me toques!— rogó. Y sus labios se curvearon en un lastimero mohín.

—Ariana— dijo él, sin saber cómo ayudarla. Sufría era evidente que lo hacía.

—Por favor, por favor— insistió y,  torrentes de lágrimas le inundaron las mejillas.

Los ojos azules que la amaban tanto se llenaron de angustia y un gesto de horror reino en la cara de Aitor, quien se levantó sin hacerle daño, dejándola libre al instante. Trato de limpiarle las lágrimas, sin embargo ella le aparto la mano de un manotazo, aterrada. La magia entre ambos se había evaporado.

Un breve silencio se forma. Solo roto por los sollozos ahogados de Ariana.

—Lo siento—se disculpo Aitor.

Solo entonces Ariana lo miro, esbozo un intento de sonrisa, que reflejaba cuán triste había sido su vida. El corazón de Aitor se rompió un poco más aquel día, justo cuando ella hizo ese gesto.

—no debes disculparte— sorbió la nariz tratando de controlar el llanto—, soy yo quien lo siente, Aitor...— los labios le temblaron queriendo rebelarse a decir lo que pretendia—, no soy normal, soy basura, soy... Soy solo pedazos rotos, no tengo nada que darte— lloró, ocultando el rostro contra sus manos.

—Eres la mujer más hermosa, noble y buena que he conocido, Ariana, no vuelvas a llamarte menos que eso— resonó la voz de Aitor con tono sereno— lamento mucho haberte asustado—Resoplo dolido.

—Tu no me asustas— respondió con rapidez, dejando de ocultar el rostro. ¿Cómo podía pensar que él le había asustado?

—pero lo hice, y lo siento— sonrió con disculpa tragando la culpa que lo envolvía por dejarse llevar, se permitió dirigir una mano al rostro de la mujer a su lado y seco con tiernos toques las lágrimas que empapaban sus mejillas.—por favor tienes que decirme  ¿qué he hecho mal? No quiero volver a provocarte miedo— añadió en una súplica susurrante.

—Tu no has hecho nada— respondió. Incapaz de sostenerle la mirada buscó refugio en su pecho, abrazándose a él. Porque por ilógico que sonara, él le daba calma. —no has sido tu— su voz sonó aguda y triste.

—Dime qué ha sido, para poder solucionarlo, déjame ser tu apoyo, compartir tu carga— pidió con firmeza dejando que sus brazos la envuelvan.

Al sentirse sumida en un cálido abrazo, ella se tranquiliza.

—No me gusta sentirme atrapada— murmuró— lo siento,  cuando estuviste arriba yo...  no pude evitarlo— balbuceó incomoda contra el pecho de Aitor.

Él apretó los labios maldiciendo en sus adentros a Ricardo,  el muy maldito habia hecho grandes daños no solo en el  cuerpo de Ariana, sino también en su alma.

—Lo superaremos—prometio. Depositando un casto beso en la coronilla de rizos alborotados de Ariana.

—Esto no es tu culpa— soltó apenada.

—debes explicarme, no quiero verte sufrir así, no de nuevo— pidió.

Ella sorbió aire lentamente y después lo dejo ir de golpe.
—Es Ricardo— confesó al fin— es mi padre, su recuerdo me persigue por más kilómetros que ponga entre ambos, el daño que me hizo ya está, no se borra.

—pero sabes, Ariana— respondió, levantándole el rostro con una mano, ella le miro atenta con sus hermosos ojos grises— el daño se sana, los malos recuerdos no se quitan, pero podemos sustituirlos con nuevos, él no volverá a tocarte, no volverá hacerte daño, déjame borrar tus miedos.

Una solitaria lágrima se deslizó por la tersa mejilla de Ariana, una gota cristalina que no llego a su destino, los labios de Aitor la recogieron, llenando a Ariana de tiernos besos.

—cuando pienses en lo que te hizo, aferrate a nosotros, a esto— siguió besándola de forma seguida y tierna, que ella solo podía responder con suspiros ahogados.

—piensa en mi, cuando su recuerdo te atormente, piensa en nosotros, en el ahora y no en el pasado, piensa en que te quiero, en que estaré a tu lado, siempre, siempre que me lo permitas— siguió y ella en un punto se relajó.

El amor que él le demostraba fue tanto, que simplemente no pudo evitarlo. Las palabras escaparon de sus labios:

—Contigo no siento miedo.

Él sonríe con ternura al escucharla, detiene su ataque de besos para verla a los ojos, y después susurrar  contra sus labios:

—Conmigo no tienes porque tenerlo.

¿Puedo tomarte una foto?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora