Capítulo 4 (inedito)

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Esa tarde al volver a casa, Ariana permaneció más callada de lo normal, algo que su hermana menor noto.

—¿Te duele la barriga, Ari?— pregunto la chiquilla. Caminaban tomadas de la mano, Ariana siempre pasaba por ella al salir de clases y, la mantenía a su lado para volver juntas a casa. Muchas veces Catalina pensó que exageraba en cuanto a protección.

Al escuchar la pregunta de su hermana, Ariana parpadeo repetidas veces, para después ver a la niña que la observaba y había dejado de caminar—. Estoy bien, no es nada— afirmó sonriendo, como siempre sonreía para Catalina, no era una sonrisa sincera, pero era lo mejor que podía ofrecer, por qué nada estaba bien, pero no se lo diría, además no podía explicarse el por qué acepto salir con ese chico. Problemas eso es lo que estoy buscando. Se dijo con pesar.

— cuando mientes te ves fea— acuso, la niña ganándose una mirada de asombro de su hermana.

—¿Crees que miento?— entrecerro los ojos y, Catalina río sabiendo lo que se venía, safo su manita del agarre de su hermana y, dio dos pasos atrás.

— si, mientes con todos tus dientes— señaló con el índice, para después hacer una mueca de burla y, tratar de emprender la huida.

Catalina, no tuvo éxito, no había dado ni dos pasos cuando Ariana la alcanzó, le hizo cosquillas hasta provocarle lágrimas de risa.

—¡Basta, Ari!— chillo la niña retorciéndose entre carcajadas.

Ambas jugueteaban como dos chiquillas, solo en esos breves momentos al lado de su hermana, Ariana se permitía reír. Estaban justo en medio de un pequeño sendero, rodeado de matizales, y arbustillos con botones a punto de flor, lugar que era el único camino a la casa familiar que habitaban.

—¡Como siempre, perdiendo el tiempo!— riño una voz femenina. Catalina sonrió radiante, caso contrario a su hermana mayor que perdió al instante la sonrisa.

—¡Mami!— chillo, la niña yendo a darle un abrazo a una mujer de gesto agrio que las observaba sin mínima alegría.

Cuando Catalina abrazo las piernas de Marina, ella le sonrió. Una sonrisa que provocó un nudo en la garganta de Ariana, aún a veces en sueños recordaba que su madre le sonreía cuando pequeña de la misma manera en que lo hacía a su hermana.

— ¿Que se supone que hacen perdiendo el tiempo aquí?— gruñó, acaricio los rizos de Catalina que seguía abrazándola, aunque sus ojos negros estaban fijos en Ariana, en su mirada no había amor maternal, había hastío, desagrado.

— lo lamento— susurro Ariana, abrazándose a sí misma a manera de escudo, agacho la mirada, siempre que su madre la miraba de aquella forma le hacía sentir indigna, sucia, vergüenza.

— yo comencé el juego, mami, Ari, no hizo nada— intervino la chiquilla de inmediato en defensa de su hermana.

— cuando los adultos hablan los niños callan— dijo Marina, que Catalina defendiera a Ariana le desagradaba. No entendía como tenían un lazo tan unido, si Ariana era una desgracia para su familia. Ariana, la responsable de sus malos días, la causante de sus pesadillas, de sus culpas, pensó y sintió ganas de abofetearla solo de verla frente a ella.

Catalina calló, miró a su hermana con disculpa, pero Ariana no le correspondió, siempre actuaba tan raro cuando estaban sus padres cerca. Pensó la chiquilla.

— con disculpas tontas no solucionas nada, Ariana, ¿cuando serás responsable?— siguió riñendo— si hubieras vuelto a casa cuando debías en lugar de jugar como una idiota, yo no tendría que ir al pueblo para comprar la cena... — marina no termino la frase, la voz asustada de su hija mayor la interrumpió.

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