Capitulo 28

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Rodeados de rosas Aitor y Ariana  caminaban tomados de la mano contemplando en todo su esplendor la rosaleda. Ella no podía creer la belleza de el lugar se sintió conmovida al recordar la emoción de Aitor al nombrar el lugar justo cuando llegaron a Madrid. Apretó un poco su mano y él se detuvo a su lado se giró a ella la miró a los ojos y sonrió lleno de amor. 

Los ojos grises de Ariana recorrieron el cuerpo de Aitor desde sus conversé negros, su pantalón deslavado y su camiseta negra que permitía ver cómo se marcaban sus pectorales y resaltaban sus musculosos brazos. 

—Ariana ¿acaso me estás comiendo con los ojos?— preguntó  divertido al notar su mirada. 

Ella negó con la cabeza y siguió caminando apenada por ser descubierta. 

Escucho  la suave risa de Aitor justo a su espalda, y sonrió sin que él se diera cuenta. Él  permaneció unos pasos atrás llenándose de la imagen de Ariana: llevaba un vestido lila que dejaba sus hombros descubiertos ante las caricias de sus rizos negros. 

Cuando ella se giró al verlo haciendo mover sus rizos con su suave movimiento, el corazón de él dio un  brinco, echo en falta su cámara, su belleza era digna de inmortalizarse en aquel momento.
Acortó la distancia entre ellos y la abrazo, cubiertos bajo arcos de verdes hojas y rosas en flor, con una fuente de mármol blanca como testigo... la beso. 

la beso de la única manera en que le era posible, con ternura, rozando apenas sus labios pidiéndole permiso para amarla, cuando Ariana se abrazó a su cuello atrayéndolo más a ella,y abrió sus labios permitiendo que la lengua de Aitor explorará su boca solo entonces el beso se tornó apasionado, demandante dejando a ambos sin aliento, él la abrazó más fuerte dejando una mano en su cintura deslizó la otra hasta su nuca jugando con sus rizos mientras le transmitía con ese beso lo intenso de sus sentimientos. 

Cuando terminó el beso, Aitor sintió un cálido cosquilleo expandirse en el pecho hacia la garganta y salió de sus labios en forma de palabras. 
Murmurando contra sus labios un:  
—te quiero— 

Ariana se sonrojo más de lo que estaba tras el beso, y habría jurado que la fuente que fue testigo mudo de su beso estaba también un poco ruborizada. 

Sus miradas se encontraron ojos grises contra azules atrapados en su duelo de miradas. 

—también te quiero— respondió ella.

Y el alivio de ser correspondido brillo en los ojos azules que la observaban. 

—Te quiero cada momento del día, cada día te quiero y lo haré toda mi vida— murmuró él contra sus labios y volvió a besarla. 

Mientras sus labios correspondían al beso de Aitor, Ariana rezaba en silencio. 

«es perfecto, Dios por favor no pido más solo detén el tiempo en este momento»

Después dio gracias al cielo de que sus ruegos no fueran cumplidos tras terminar el beso. Aitor la siguió abrazando, inclinándose sobre ella le murmuró al oído mientras se balanceaban lentamente, bajo el abrigo de la rosaleda, bailaban sin música, sin testigos, al ritmo de el agua de la fuente y el perfume de las rosas. 

—¿qué canción es?— preguntó buscando la mirada de él. 

Él sonrió marcando sus hoyuelos en ambas mejillas le dio un beso en la nariz y murmuró sobre sus labios. 

—You and me  de lifehouse, iremos a uno de sus conciertos lo prometo.—sonrio contra su boca y de nuevo la beso. 

Recorrieron el parque abrazándose y besándose cada pocos pasos, sin importar los demás justo en ese momento solo existían él y ella. 

Cuando por fin volvieron a casa de los padres de Aitor, ambos irradiaban felicidad fue obvio para Elena y Catalina que se lo habían pasado bien. 

Aitor sonreía mostrando sus dientes blancos, estaba tan feliz que al entrar saludo a su madre y la alzó de un abrazo.

Catalina podía ver en su hermana un brillo que jamás antes había existido en ella y se alegró de estar ahí y no en casa de sus padres.  Ya que Ariana jamás había sonreído así antes de venir a España, de repente recordó algo. 

—Ari, ha llegado un paquete para ti— anunció la chiquilla que había querido abrirlo en cuanto llegó, pero Elena no se lo había permitido. 
Señaló a una mesilla en la sala una caja envuelta con papel dorado. 

Ariana miró interrogante a Aitor que negó con la cabeza.

—Un admirador supongo— contestó y había cierto celo en su voz. 

Ariana puso los ojos en blanco ante la respuesta de Aitor, no conocía a nadie en España salvo Aitor y sus padres.

Curiosa tomó la caja y rompió la envoltura al abrirla la curiosidad y la sonrisa que había tenido hasta hace pocos minutos desapareció. 

Dentro de la caja envuelto en  seda; un viejo y amarillento vestido que alguna vez fue blanco  le recordaba su pasado. 

El día de su primera comunión volvió de golpe, se vio girando con el vestido blanco puesto, y también recordó que al volver a casa y quitárselo jamás supo lo que pasó con él, pensó que su madre lo habría tirado, ahora sabía que no.  frente a ella lo tenía después de tantos años, sintió que las manos le temblaban cuando miro la nota dentro. 
En ella se leía :

«Con amor, papá»

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