Capítulo 5

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Y algún día te veré y diré: "Valió la pena esperar".

El martes llegó más rápido de lo que pensamos y el viaje de regreso fue algo que no pudimos evitar. Los días seguían siendo como el primero, se asemejaban mucho a los de verano, y eso hacía que las ganas de abandonar la playa sean nulas.

El lunes por la noche habíamos decidido salir a caminar cerca del agua y aprovechar para despedirnos del lugar hasta que se presentase un nuevo fin de semana en el que podríamos venir y, sino, hasta las vacaciones.

—¿No lo viste a Marcos estos días? —le pregunté mientras nos sentábamos en la orilla después de haber dado unas cuantas vueltas por la arena. Desde la noche de mi cumpleaños no había vuelto a aparecer.

—No, desde el sábado que no lo veo —me dijo sorprendida—. No sé qué le habrá pasado, siempre que veníamos estaba con nosotras —se encogió de hombros.

Hice una mueca empezando a pensar en una posible justificación a su desaparición.

—Creo que se…

—¿Qué cosa? —me preguntó al ver que no había continuado la frase.

Suspiré y se lo conté.

—El sábado… cuando fui a cambiarme después de que me tiraran al agua… él…

—¿Él, qué? —me apuró impaciente.

—Intentó besarme —mascullé rápidamente.

—¡¿Qué?! —sus ojos se abrieron como platos.

—No llegó a ser un beso.

—¿Vos lo impediste?

Negué.

—Él se detuvo antes de…

—¿Él? —me miró más sorprendida que antes—. Y vos…

—Yo estaba paralizada —traté de justificarme—. Me tomó por sorpresa y no sabía qué hacer.

—Pero, ¿vos querías que te bese? —siguió insistiendo.

—¡No! —respondí inmediatamente apartando un mechón de mi cara—. Es mi amigo, jamás lo pensé, ni siquiera… —No supe que más decir. —¿Nunca te dijo nada sobre mí? Porque empezó a explicarme algo y no sé…

—¿Qué te dijo? —inquirió ignorando mi pregunta.

—Nada en concreto porque apareciste vos y no pudo decirme nada. —Hizo una mueca y asintió como acordándose del momento. —¿Nunca te dijo nada sobre mi? —volví a preguntarle.

—No —dijo cortante y se rascó la frente mientras lo hacía. La fulminé con la mirada sabiendo que me estaba mintiendo. Aquel gesto era el que siempre hacía cuando no decía la verdad. La conocía desde hacía muchos años, era imposible no percatarme.

—¿Segura? —insistí enarcando ambas cejas.

Asintió.

—¡Leila! Te conozco —le dije sonriendo.

Suspiró resignada.

—Hablamos el verano pasado y me dijo algo… —Hizo una pausa y yo temí por lo que podía confesarme. —Pero no es algo en lo que yo tenga que meterme, son cosas de él y además ni siquiera él estaba seguro de lo que me decía —se encogió de hombros.

—Pero… ¿Era sobre mí?

—No te puedo decir nada, Kim. Además él estuvo saliendo con una chica después de eso así que no puedo… —se cortó—. No sé.

La distancia no es el fin (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora