Capítulo 22

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"Es feo sentir que estás perdiendo lo que más quieres y que no puedes hacer nada para impedirlo."

Apenas corté, corrí al armario para buscar una mochila que no usaba. Apretando los dientes para aguantar la tristeza, empecé a guardar algo de ropa, la poca que necesitaría durante unos días. Si, pensaba quedarme aunque sea una o dos noches. No tenía fuerzas para ir a la escuela al día siguiente y mucho menos para quedarme encerrada en mi pieza donde todo lo que había allí me recordaba a Jony. Empezando por el cuadro del que habíamos hablado la primera vez que habíamos hecho una videollamada, el cual apenas vi decidí descolgarlo y guardarlo atrás de toda la ropa de mi armario; hasta el libro que había leído esa noche mientras esperaba su mensaje, el cual resaltaba entre todos los otros. No, definitivamente no podía quedarme allí.

Una vez que terminé de guardar todo, dejé la mochila sobre un puf, busqué los auriculares de mi celular entre todas las cosas del cajón de mi mesita de luz y me acosté a escuchar música. El primer impulso que tuve fue poner alguna canción de Reik o Sin bandera que tenia descargada, pero al sentir nuevamente ese molesto nudo en la garganta y la presión en el pecho, decidí poner algo más alegre. La primera que encontré fue It's A Beautiful Day de Michael Bublé.

No sé cuantas canciones pasaron, a la tercera perdí la cuenta, hasta que recordé que necesitaría la llave de la casa de la playa... la cual estaba colgada en el portallaves del living. Mis papás no estaban, pero Rosa si y definitivamente no tenía ganas de explicarle a nadie lo que había pasado o por qué quería irme hasta la playa. Y sabía que no me dejaría ir hasta que le pidiese permiso a mis padres. Me incorporé mientras ponía en pausa la música pensando qué podía hacer para lograr agarrar la llave sin correr riesgo de que me vea, lo que desencadenaría una serie de preguntas que no estaba dispuesta a contestar.

La solución llegó a mi cuando desvié la vista hacia la puerta del baño que estaba entreabierta y vi el vaso de vidrio que estaba sobre el lavado. Rápidamente me saqué los auriculares y corrí a buscarlo para llenarlo de agua. Una vez que estuve en el medio de la pieza cerré los ojos y lo dejé caer suplicando que la altura sea la correcta para que llegue a romperse. Tardo dos milisegundos desde que se despegó de mis dedos hasta que se escuchó el vidrio haciéndose añicos contra el piso mientras el agua empezaba a escurrirse por el suelo.

Sin perder tiempo bajé las escaleras corriendo.

—Rosa, se me rompió un vaso —le dije cuando la encontré en la cocina—. ¿Con que limpio el desastre? —pregunté con la esperanza de que se ofreciera a ir ella.

—Dejá que yo junto todo, pero revolvé esto para que no se pegue —me indicó pasándome la cuchara para que controle el dulce membrillo que se estaba derritiendo en una olla.

Suspiré aliviada.

—¿Vas a hacer una pastafrola? —inquirí.

—Si —dijo con una sonrisa mientras desaparecía por la escalera. Sabía que yo amaba las pastafrolas caseras que ella hacía.

Esperé unos segundos y corrí al living. Antes de pasar enfrente de la escalera observé con cuidado de que no esté en el pasillo y luego continué. Rápidamente descolgué el llavero, pero cuando estaba guardándolo en mi bolsillo me di cuenta que llamaba mucho la atención, ya que era de color rojo. Sería muy fácil que notasen su ausencia. Así que desprendí la llave lo más rápido que pude y lo dejé nuevamente en su lugar.

Llegué a la cocina y Rosa entró justo cuando había agarrado la cuchara y empezaba a revolver el membrillo que ya se había pegado un poco a la olla.

—Listo, por las dudas no andes descalza que pudo haber quedado algún vidrio —me dijo cuando tiró todos los restos en el tacho de basura y dejó el trapo de piso, con el que había secado el agua, en su lugar.

La distancia no es el fin (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora