"Es feo acostumbrarse a una persona porque cuándo se va, por cualquier razón, queda esa sensación de vació que nadie puede llenar..."
—¿Vamos? —me preguntó mi papá cuando se acercó. Al observarlo vi que cambió su expresión al ver mi rostro.
Asentí sin decir nada y me puse de pie.
—¿Marcos no estaba con vos? —inquirió cuando empezamos a caminar.
—Tuvo que irse —comenté tratando de no darle mucha importancia, aunque me importaba demasiado.
Cuando estábamos por llegar a la casa de Irma y Osvaldo, mi papá frenó.
—¿Estás bien?
Asentí y seguí caminando.
—¿Pasó algo con Marcos? —volvió a preguntarme cuando me alcanzó.
—No.
—¿Entonces por qué tenes esa cara? Parece que estuvieses saliendo de un funeral —esto hizo que me riera.
—Solo no quiero irme —hice una mueca.
Al parecer entendió y no dijo nada más. Después de saludarlos, volvimos a nuestra casa donde tuve que acomodar la ropa de nuevo adentro de la mochila ya que antes no había tenido tiempo de hacerlo... bueno, en realidad tenía la esperanza de que me dejaran quedarme un día más. Mientras doblaba todo, repasé en mi mente lo que me había dicho Marcos y cada vez estaba más convencida de que nuestra amistad nunca iba a volver a ser la misma después de eso. A pesar de que quería evitarlo, no podía impedir que aquello me haga sentir mal. Sentía que había perdido a un amigo, a un mejor amigo, y ese vacío ya comenzaba a sentirse dentro de mí.
—¿Ya terminaste? —me preguntó mi mamá golpeando la puerta.
Agarré la mochila, me la puse al hombro y le abrí.
—Sí, ya esta —la miré y seguí caminando.
Cuando llegué al living mi papá se puso de pie, pero seguí de largo hasta llegar al auto. No tenía ganas de hablar con nadie, no quería ni siquiera pronunciar una palabra. Ellos recorrieron toda la casa mirando que esté todo cerrado, después subieron al auto. Cuando lo pusieron en marcha, me acomodé en el asiento apoyando mi cabeza en la ventana, dispuesta a observar hasta lo último aquel paisaje. Cuando estábamos a una cuadra me acordé.
—¡Frena! —exclamé pasando la cabeza entre medio de los asientos delanteros—. Me olvidé de algo.
—¿Qué te olvidaste? —me preguntó mi papá mientras daba la vuelta.
—Algo... importante —les dije y volví a recostarme en el asiento trasero, sabiendo que sería muy patético decirles que lo que me había olvidado era una simple pluma. Simple para ellos.
Cuando llegamos, me pasó la llave y corrí hacia la puerta. Prendí la luz y fui rápidamente hacia mi pieza. Abrí el cajón y allí estaba, observándome y preguntándome por qué había vuelto por ella. La miré unos segundos, tratando de responderme a mi misma por qué lo había hecho, hasta que reaccioné y la guardé en mi bolsillo. Estaba por salir cuando recordé el libro que había estado leyendo Marcos, el libro que me había olvidado allí hacia un año. Fui a la pieza de mis papás y lo encontré en la mesita de luz, al parecer no había continuado con la lectura. Lo agarré y corrí hasta la salida apagando las luces, tranqué la puerta y subí nuevamente al auto.
—El alquimista —les dije señalando el libro cuando me miraron esperando una explicación.
Mi papá arrancó de nuevo, negando con la cabeza mientras sonreía, y esta vez sí, la vuelta a casa era sin marcha atrás. Durante el viaje me puse los auriculares y me perdí en mi propio mundo. Un mundo donde no existía nadie más que la melodiosa canción y yo. Intentando no pensar en nada, terminé durmiéndome.
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La distancia no es el fin (Borrador)
RomansaHistorias de amor con terceros en discordia hay muchísimas, pero... ¿Qué pasa cuando la que se interpone en una relación es la distancia? ¿Es posible que el amor salga victorioso en la lucha contra los kilómetros? ¿O la derrota es algo predecible? ¿...