"Dime qué hiciste. Dime que cambió dentro de mí para cruzar la línea entre tú y yo."
Con la confusión aun dentro de mí y sin dejar de observarla, comencé a juntar la tierra que había en la maseta y la devolví a su lugar. Cuando todo estuvo algo más ordenado, empezó a resaltar en el medio de la galería. Me acerqué temerosa a la pluma que yacía sobre el piso y me agaché para juntarla. Era inevitable pensar en Jony cuando veía algo así. Sin saber muy bien por qué decidí guardarla. Agarré el libro y entré.
Fui directamente a la habitación de mis padres y me acosté. Esta vez no me acurruqué en un rincón, sino que traté de ocupar la mayor parte de la cama, así me aseguraría de que Marcos no iba a venir a acostarse acá. Al apoyar mi cabeza en la almohada del lado contrario comencé a sentir el aroma de él impregnado en la funda, entonces comprendí que no había sido ninguna broma, la noche anterior había dormido allí. Traté de no darle mucha importancia e ignorarlo, y fue fácil. Mi mente se concentró en la pluma que aún tenía en mi mano. ¿Sería una señal? ¿O solo era yo que dramatizaba todo?
***
A mitad de la noche escuché que la puerta de la habitación se abrió lentamente provocando un leve sonido que fue apenas audible. Yo estaba acostada de espaldas y sabía que, si me movía iba a despabilarme. Estaba en ese momento en que la mitad de uno está dormido y la otra mitad aún está consciente de lo que sucede a su alrededor. Finalmente esta última se unió a la primera y terminé durmiéndome.
Al rato, o eso fue lo que me pareció, me desperté al sentir que un brazo cruzaba por arriba mío, abrazándome. Confundida me incorporé y me encontré con Marcos que estaba durmiendo a mi lado.
—¡Dios! —exclamé enojada lo que provocó que él se moviera sin despertarse, sacando su brazo de mi cuerpo. Por suerte.
Me levanté dispuesta a ir a dormir a mi habitación cuando me percaté de que los primeros rayos del sol ya comenzaban a asomarse. Sorprendida miré la hora y estaban por ser las siete.
—Marcos —comencé a llamarlo—. Marcos —repetí levantando un poco el tono de voz, pero no había resultados.
Finalmente agarré mi almohada y comencé a pegarle. Después de todo se lo merecía por haber roto la promesa de que no iba a dormir acá. Continué pegándole hasta que se incorporó.
—¿Qué te pasa? —me preguntó tratando de cubrirse—. ¿No te enseñaron a llamar a una persona? Esto podría haberme matado de un infarto—concluyó riéndose.
—Agradecé que no tenía agua cerca —dije acomodando la almohada nuevamente en su lugar y acostándome de espaldas a él.
—Buen día —me susurró y me dio un beso en la mejilla.
—Dejame dormir —lo ignoré enojada, pero aun así traté de mantenerme despierta hasta que escuché que la puerta de la habitación se cerraba.
Por suerte logré dormir unas horas más. Cuando abrí los ojos, el sol ya iluminaba la habitación por completo. Vi que en la ventana estaba posado un cardenal amarillo, de unos colores tan vivos que me quedé observándolo por varios segundos hasta que me vió y se alejó volando. Lentamente me desperecé y me incorporé, esto provocó que algo cayese al piso. Cuando me senté para ver que había sido descubrí nuevamente la pluma lo que confirmó que no había sido un sueño, ni mi imaginación... la pluma en serio estaba allí. Me pasé las manos por la cara y luego me agaché para agarrarla y dejarla sobre la mesita de luz. Al observar el otro lado de la cama, vi que estaba descubierto. Algo indecisa me acerqué a la almohada e inspiré. Su aroma estaba más vivo que la noche anterior. Hice una mueca al percatarme de lo que había sucedido. Había dormido con Marcos... por segunda vez, en la misma cama. ¿Esto tendría que preocuparme? Negué con la cabeza suspirando al darme cuenta de las pavadas en las que estaba pensando.
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La distancia no es el fin (Borrador)
RomanceHistorias de amor con terceros en discordia hay muchísimas, pero... ¿Qué pasa cuando la que se interpone en una relación es la distancia? ¿Es posible que el amor salga victorioso en la lucha contra los kilómetros? ¿O la derrota es algo predecible? ¿...