A veces tengo miedo de ser demasiado yo y que se cansen de mí.
Después de un largo silencio en el que Marcos aún seguía esperando una respuesta del otro lado del sofá y, al ver que no parecía ceder a devolver mi celular sin una explicación a cambio; decidí contarle.
—Lo conocí hace un año —me dejé caer en el sofá suspirando y Marcos vino a sentarse a mi lado sin decir nada, esperando a que continuase—. Es de Córdoba —expliqué sin levantar la vista.
—Uhh, eso está feo —dijo devolviéndome el celular.
—Sí, bastante. —Esta vez lo miré a los ojos.
Él me observó en silencio por unos segundos y luego, al ver que no continuaba con la explicación, me preguntó.
—Pero… ¿Pasa algo entre ustedes?
—¡Marcos! —me quejé debido a la incomodidad que significaba aquella pregunta. Jamás había hablado con él sobre estos temas.
—¿Qué? —inquirió desorientado—. ¿Pasa o no pasa? —volvió a insistir seriamente.
Suspiré.
—De parte de él, no —hice una mueca—. Creo.
—¿Y de parte tuya…?
—¡No sé, Marcos! —Definitivamente sus preguntas no me agradaban—. Toda la situación es rara… Él me parece un gran chico, es divertido, buena persona, lindo… —sentí que comenzaba a sonrojarme, mientras me preguntaba a mí misma por qué había incluido ese último adjetivo. —Pero vive en Córdoba —agregué tratando de desviar el tema para otro lado.
Marcos comenzó a asentir como si comprendiese la situación. Pero luego de unos segundos volvió al ataque de preguntas.
—Y… ¿Dónde se conocieron? ¿En un viaje?
Entonces comenzó el proceso de explicación. Tuve que retroceder siete meses atrás y empezar a avanzar mes a mes dando los mínimos detalles posibles y explicándole sólo lo justo y necesario, lo que yo creía conveniente. Sus preguntas llegaban en forma de cascada hasta que terminó casi ahogándome. Finalmente, y después de mucho rogarle, entendió que ya era suficiente por un día.
Después de eso nos quedamos mirando televisión y hablando sobre otros temas, como sus estudios los cuales había dejado para empezar a trabajar en el taller mecánico de su tío y que, cuando comience el año, deseaba retomar. O eso era lo que tenía pensado hacer.
Al ratito llegaron mis papás del trabajo.
—¡Marcos! Que sorpresa —exclamó mi mamá que acababa de entrar junto con mi papá, que venía atrás.
Ahí empezó todo el protocolo de saludo, preguntas, etc. Finalmente, cuando lo invitaron a cenar explicó que ya debía irse y yo lo acompañé hasta la salida.
—Siempre me pareciste linda y… me dejé llevar —dijo de repente cuando salimos y cerramos la puerta detrás nuestro.
—¿Qué? —pregunté algo confundida.
—El otro día, en la playa… —trató de explicarme sin dar muchos detalles—. Fue una estupidez —concluyó haciendo una mueca.
—Ahh, bueno —dije sorprendida y algo aliviada al ver que era solo eso—. Estás perdonado —le sonreí.
—¿No era que ya me habías perdonado? —me recordó riendo.
—Es cierto… Entonces estás doblemente perdonado —sonreí triunfante.
ESTÁS LEYENDO
La distancia no es el fin (Borrador)
RomantizmHistorias de amor con terceros en discordia hay muchísimas, pero... ¿Qué pasa cuando la que se interpone en una relación es la distancia? ¿Es posible que el amor salga victorioso en la lucha contra los kilómetros? ¿O la derrota es algo predecible? ¿...