Capítulo 40

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"La distancia no es el fin."


Un fuerte dolor se hizo presente en mi cuello. Intenté moverme, pero éste empeoró obligándome a abrir los ojos. Una vez que lo hice me encontré desorientada hasta que logré darme cuenta en dónde me encontraba. Estaba acostada, o semi acostada, en uno de los pufs y mi cabeza colgaba casi sobre mi hombro derecho. Cerré los ojos intentando aguantar el dolor y me acomodé rápidamente sintiendo un tirón en la parte izquierda de mi cuello.

La habitación estaba iluminada, pero no completamente como lo estaría normalmente. Entonces me percaté del sonido de las gotas golpeando el techo; seguía lloviendo. No recordaba en qué momento había logrado conciliar el sueño. Lo último que recordaba era que había leído de nuevo la carta, me había sentido mal de nuevo y, finalmente me había dormido. Pero unos minutos más tarde una pesadilla había interrumpido mis sueños. Una pesadilla que incluía un accidente de avión.

Me había asustado tanto que había tomado la decisión de no dormir, de pasar esa noche en vela y acostarme recién cuando mis pensamientos se cansaran de rondar por mi mente. Había pasado varios minutos parada cerca de la ventana, la cual había abierto para poder observar la lluvia caer. Me había quedado casi hipnotizada observando cómo las gotas golpeaban las hojas del árbol más cercano y cómo, otras, terminaban adheridas al vidrio de la ventana. Esas captaban mi atención hasta que comenzaban a deslizarse para llegar al final, donde las perdía de vista. Entonces volvía a mirar las hojas, el cielo nocturno... y me perdía en mis pensamientos nuevamente.

Luego, cuando el frío comenzó a subir por mis piernas desnudas, había cerrado las cortinas y me había sentado en el puf, rodeando mis piernas con los brazos. Había quedado así, mirando el techo que carecía de color por la oscuridad; sumida nuevamente en mis pensamientos que parecían no querer abandonarme. Al parecer, después de tanta lucha contra ellos, había logrado vencerlos y dormir.

Lo primero que hice al notar que recién eran las once, fue levantarme y dirigirme al baño para lavarme la cara y espantar todos los recuerdos horribles de la noche anterior; tratando de que todos los restos de la pesadilla se escurrieran junto con el agua.

Me observé unos segundos en el espejo y noté las ojeras que tenía. Eran las pruebas de que había pasado una noche difícil... y un día agotador.

Luego de cepillarme los dientes, volví a mi habitación y lo que primero captó mi atención fue mi celular que yacía sobre la mesita de luz. Como lo había puesto en silencio no tenía idea si me había llegado algún mensaje. Una vez que lo agarré, me senté en la cama y lo desbloqueé. Tenía once mensajes nuevos de cuatro conversaciones distintas. Aquello era demasiado raro, tanto que mi corazón comenzó a latir con fuerza y un leve temblor se hizo presente en mi cuerpo. Entré a WhatsApp rogando que no haya pasado nada malo, aunque en lo primero que pensé fue en cosas malas.

Eran mensajes de Bastián, Leila, Jony y Marcos. Cuando vi su nombre en la pantalla me relajé. No había pasado nada malo.

Suspiré y entré primero a ver su mensaje, el que me había llegado hacía casi una hora.

>Marcos: El avión ya aterrizó. Estoy con vida. Es increíble. Cambio y fuera.

Sonreí al notar su gotita de humor en cada palabra y me dispuse a contestarle.

<Kim: Que bueno!! Jajaja

<Y qué alivio saber que estas bien :D

<Qué tal tus primeros minutos en Norte América?

Esperé por unos segundos, pero su respuesta no llegaba. Al parecer estaba demasiado ocupado descubriendo su nuevo país, conociendo su nuevo hogar.

La distancia no es el fin (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora