Epílogo

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El cielo nocturno nos brindaba una vista increíble; rebosaba de pequeñas pero deslumbrantes estrellas, que parecían haberse multiplicado para cubrir la gran parte de infinito que se extendía ante nosotros. La luna brillaba en todo su esplendor; reflejándose en el agua e iluminando ese pequeño espacio de playa que estábamos compartiendo. La brisa era tan suave que apenas nos acariciaba la piel, pero a la vez tenía la intensidad justa para hacer bailar el agua en su propio ritmo. El silencio que se había formado era perfecto; sólo se podía oír algún que otro grillo o animal nocturno, el sonido del agua visitando la costa, el ruido de las hojas de los árboles chocando entre si… y nuestras respiraciones mezclándose la una con la otra, junto con el latido de nuestros corazones, los cuales iban a la par compartiendo un mismo sentimiento… haciéndose sólo uno.

Era la noche perfecta y parecía que se había enterado de nuestra despedida. Parecía que se había preparado para brindarnos lo mejor en nuestra última noche juntos.

—La noche idea, con la chica ideal —masculló Jony casi con temor de romper la magia que nos invadía—. ¿Qué más puedo pedir? —Sonrió.

—Tiempo —respondí acurrucándome más en su pecho, abrazándolo con todas mis fuerzas—. Más tiempo juntos.

Instantáneamente dejó escapar un largo suspiro y se acercó a mí, depositando un beso en mi frente; deteniéndose allí por unos segundos. Estábamos tendidos, el uno al lado del otro, en la arena de la playa que nos había acompañado en estos siete días. Él estaba acostado sobre su mochila y pasaba su brazo por mi cintura. Yo dejaba descansar mi cabeza sobre su pecho, pasando mi brazo izquierdo sobre él. Ambos formábamos una burbuja especial, un mundo aparte… Un mundo que amenazaba con derrumbarse en tan solo unas horas.

—Kim… —pronunció mi nombre endulzando cada letra—, necesito… —Se interrumpió.

—¿Sí? —inquirí al ver que no continuaba, elevando mi cabeza para poder observarlo.

Lo encontré sonriendo.

Sin responderme comenzó a incorporarse invitándome a que lo imitara. Sin dejar de abrazarme, cuando estuvimos sentados, tomó su mochila y la dejó entre nosotros.

—¿Qué pasa? —pregunté algo confundida.

Su sonrisa se incrementó mientras abría el cierre del bolsillo delantero. Rápidamente sacó algo que no alcancé a distinguir y volvió a dejar la mochila en donde estaba antes. Luego se acomodó para quedar enfrentado a mí y tomó mis manos entre las suyas.

—Antes que nada… quiero decirte que… —Lo miré expectante. —Pasé los mejores siete días de mi vida y en estos pocos días fui tan feliz como no recuerdo haberlo sido antes. Esta pequeña partecita de nuestra eternidad fue… increíble —me dijo clavando sus ojos en los míos.

—Yo también fui demasiado feliz en estos días —coincidí sonriendo—. Cada hora, cada minuto… cada segundo que pasé a tu lado, me llenaron completamente de felicidad. —Sonreí cerrando los ojos, volviendo a repasar en mi mente cada cosa que habíamos compartido, cada momento que había vivido a su lado… momentos que pasarían a ser un recuerdo imborrable de nuestra historia. —Y me cuesta creer que ahora tenemos que volver a alejarnos —confesé abriendo los ojos y haciendo una mueca—. Me gustaría que esta partecita de eternidad sea en verdad eterna.

Me miró por unos segundos sonriendo, sin decir nada.

—Sobre eso quería hablarte —reveló confundiéndome más.

—¿Qué…? —No logré terminar la pregunta.

—Quiero que veas algo. —Siguió con el misterio, dejando algo sobre mis manos.

La distancia no es el fin (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora