6.

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Sentí mis piernas temblar. Su cercanía.. Oh, Dios. Hacía muchísimo no lo tenía tan cerca. Quizá fuese mi recién embarazo pero estaba tormentosamente sensible. Podía sentir su loción, esa que siempre usaba y que tanto yo conocía. Tenía de cerca sus ojos, esos ojos verdes olivo que siempre me habían vuelto loquita con solo posarse en mi, y su boca.. ¡Por Dios! Pensé haberlo superado siquiera un poco ¿por qué estaba sintiendo todo esto nuevamente?

Me aparté de él visiblemente afectada.. ¿Yo aún le importaba? Ya no sé si creerle. Antes no lo dudaba ¿pero ahora?

-No puedes venir a decirme eso luego de mucho y pretender que te crea. Te alejaste, me alejaste para que eso no afectara tu vida privada, Poncho.

-Si, admito que lo hice. Necesitaba hacerlo. Pero no puedo saber que estás mal y hacer la vista gorda. Es imposible para mi. Eres mi amiga, a Christian también le preocupa. Teme que estés anclada a ese... -sus ojos echaron chispas- imbécil, y no puedas salir. Sabes lo asquerosos que son los políticos.

Cerré los ojos tratando de calmarme.. En cierta parte lo entendía, de verdad que si. Sabía bien el daño que podría causar Manuel con solo mover unas fichas, pero tampoco era tan tonto como para atreverse tocarme un pelo. A todo eso se le sumaba: ¿solo le preocupa como amiga?

-Entiendo su preocupación, pero están exagerado. Manuel no me tocaría ni un pelo.

-Christian está haciendo unas averiguaciones -explicó rápidamente- al parecer está implicado en una mafia de narcotráfico, no está muy seguro, pero sabe que lo han acusado de extorsión.

Mi mandíbula cayó al suelo.. No podría creer hasta donde les estaba llevando esto.

-Poncho, basta. No tienen derecho a hacer eso. Tú y Christian son figuras públicas, además. No se metan en problemas.

-Me preocupas.

Quería llorar, de verdad, quería lanzarme en sus brazos, pero no podía ser tan estúpida. El llanto de mi bebé me salvó de hacer una tontería y corrí hasta al dormitorio. Lo tomé en brazos y lo llevé conmigo.

-Ya en muy tarde, Poncho. Debo dormir y.. y tu esposa se debe estar preguntando tu paradero.

Poncho estaba como clavado al piso, me veía y veía a mi bebé, parecía estático.

-¿Poncho? -él reaccionó y se acercó a nosotros.

-¿Él es el werito? -preguntó lo obvio tomando su manita, se inclinó para quedar a la altura y le sonrió de aquella forma que siempre amé- Hola, campeón.

Esto era demasiado para mi. Mi corazón latió rápidamente y mis ojos se llenaron de lágrimas, para mi, era una visión muy tierna y fugaz de lo que pudo haber sido y no fue..

-Es idéntico a ti -alzó la vista y su sonrisa se desinfló- ¿que pasa? -habló con cautela, yo negué con la cabeza.

-Disculpame -me aparté una lágrima que se escapó- estoy.. ya sabes, susceptible. Es normal en mamás que... Bueno, ya deberías saberlo.

Poncho asintió lentamente, quizá procesando las palabras. Sabía. Había pasado por eso y tenía una esposa y un hijo que lo esperaban en casa.

-Será mejor que me vaya.

-Si.

Lo acompañé hasta la puerta, se despidió de mi bebé tomando su manito en su dedo y se giró para irse. Pero, al parecer cambió de idea. Se giró de nuevo y me besó en la mejilla.

-Hasta mañana.

Quedé estática cuando la puerta se cerró tras de si. Me toqué la mejilla, aún sentía su beso. No, no, no podía permitir que las mariposas volvieran a salir. No. Fue una simple despedida.

-Será mejor que nos metemos a la cama -le hablé a Manu cuando me giraba, y volvía frenar en seco cuando recordé sus palabras..

¿Hasta mañana?

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora