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La tablet comenzó a moverse descontroladamente en mis manos temblorosas mientras eliminaba el doloroso mensaje de Poncho. Me costaba respirar y los ojos me ardían. Sentía que en cualquier momento iba a desmayarme.

Mierda. Mierda. Mierda.

-Any, ven, tomemos algo -me dijo alguien de algún lado de la sala de estar, no estaba segura de quién.

-Yo.. Eh.. Vuelvo en un minuto.

Me levante como pude del sillón. Las rodillas me temblaban amenazando con desplomarme en cualquier momento. Pude ver por el rabillo del ojo a Manuel charlando con algunos colegas y subí lo más rápido que mis piernas me permitieron. Entre a la primera habitación del pasillo que se utilizaba para los invitados pero que en ese momento era la mía. Cerré la puerta a mis espaldas y eché seguro antes de deslizarme por la madera hasta el suelo. Ocultando mi cara en las manos me permití llorar desconsoladamente.

Poncho.. Oh, por Dios. Esperaba que me dijera algo así de hiriente en algún momento, pero no esperaban que me doliera tanto. Me odiaba, y yo no podía hacer nada al respecto.

Lo he echado tanto de menos todo este maldito mes, sin tener manera de comunicarme con él sin que Manuel lo supiera.

Manuel.. La cara me ardía de enojo con solo pensar en él y la tortura y al miedo al que me ha sometido todo este tiempo.

Los recuerdos del día en que llegué aún siguen clavados en mi mente. Viajé sin avisarle y al llegar a la casa estaba totalmente sola. Le escribí un mensaje para preguntarle que hacía y me dijo algo de una reunión hasta tarde, pero no le comenté que yo ya estaba en casa y él seguía pensando que estaba en CDMX. Grave error.

Me confié en que estaría sola hasta tarde para poder espiar en el despacho. Me costó un poco abrir la puerta con la llave que Poncho me había dado, pero lo logré. Duré tal vez hora y media tratando de hackear el puto portátil con ayuda del CD y algunos tutoriales que tuve que buscar, pero lo hice también. Casi me desmayo cuando logré acceder y no supe por donde comenzar a buscar algo que aun no tenía muy claro que era. Habían carpeta tras carpetas que no tendría tiempo de revisar todas, así que me fui a sus correos. Estaban abiertos varios usuarios y uno de ellos me llamó la atención. No parecía ser un correo personal ya que el nombre era bastante extraño, como varias letras y números sin significado alguno. Entre y no necesité buscar demasiado. Los primeros correos que habían me dejaron más que confundida.

En una de ellos le hablaban sobre unas mulas que transportaban "16kg de carga" llegaron desde Alemania y habían sido detenidos en el aeropuerto de la ciudad de México. Al parecer, los hombres estaban inculpando a la «red», pero especialmente a Manuel Velasco, ya que por ser un político sería una noticia realmente jugosa que reduciría a un par de años su condena.
Pero no hallaron pruebas suficientes que probase que Manuel estaba implicado así que el caso no pudo ir más allá.

«No te podrán inculpar. Tienes mucho poder y bastante buena reputación para que les crean a esos don nadie» decía uno de los mensajes.

Casi vomito en la alfombra de la impresión.

¡Poncho y Christian tenían toda la razón!

Claro que la tenían. Y yo no quise creer que fuera verdad. Pero lo era.

Estaba tan ensimismada viendo toda esa información que no oí la puerta principal hasta que la del despacho se abrió con fuerza y entraron Manuel y Damián, este último aplastó su fuerte cuerpo al de Manuel mientras de deshacía de su saco.

Probablemente hice algún ruido, no lo recuerdo. Pero los dos se quedaron de piedra al girar y verme sentada en el escritorio, con el portátil abierto, pálida y con los ojos como platos.

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora