37.

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Estoy en un avión rumbo a Illinois y no sé como me siento. Tal vez nervioso por ver a Diana, emocionado por ver a mi hijo, confuso por dejar a Anahí.

Anahí.. Hace dos días que nuestra cómoda estadía en Cancún llegó a su fin. Y al caer en la realidad, no sé que tan bien fui para ella esos días. Quiero decir, estuvieron bien, pero al verla subir al auto que la llevaría a su casa pude ver en ella nostalgia.

De alguna manera me sentí un idiota. Ya era bastante con que Manuel la hiciera sufrir como para que yo también le hiciera lo mismo. Y esa era una de las razones por las cuales quería hablar con Diana. Quería serle sincero aunque eso detonara una terrible bomba. De todas maneras ninguna de las dos se merecían la situación en la que estaban. Pero ¿como iba a hacerlo? No tenía ni la más remonta idea.

De momento quería enfocarme en Dan.

Al llegar al aeropuerto tuve que sonreír para varias fotos con fans y dar uno que otro autógrafo, ya era algo automático. Bordear prensa y llegar hasta el chofer.

Una vez dentro le avisé a Diana con un mensaje que en unos 15 minutos llegaría al apartamento, solo me contestó con un «Ok»

Revisé un poco más mi teléfono y las ganas de escribirle a Anahí me atacaron. Desde Cancún solo nos habíamos escrito uno que otro mensaje para saber que tal estábamos.  Quería dejarle un espacio para pensar, y yo necesitaba el mío. Pero en ese momento quería saber que hacía. Sin pensarlo más, teclee.

Yo:
¿Que haces que no se de ti?

Pasado unos dos minutos, respondió.

Any:
Alimento a mi bebé, que más quieres saber? Tú que haces?

Yo:
Quiero saber que pasa por tu cabecita..
Yo estoy llegando a Chicago.

Any:
Uhmmm, genial.
No pasa nada por mi cabeza.

Yo:
Nada? Segura?

Any:
Segura.

No le creía. Algo le pasaba. Estaba molesta, eso se notaba pero ¿molesta porque estaba en Chicago? Ella sabía que vendría, de todos modos. La conversación quedó ahí ya que acabamos de estacionar frente al edificio. Respiré hondo, realmente respiré hondo para calmarme. Debía admitir que había extrañado a Diana, pero bien sabía que no me daría un recibimiento efusivo ni mucho menos. Por otro lado ya estaba loco por ver al pequeño.

Bajé del auto y entre al edificio. Hacía más de un año que Diana y yo habíamos adquirido este apartamento, en el tiempo que estábamos aquí por trabajo y me dio la noticia de que estaba embarazada. Llamé al elevador y en unos minutos ya estaba en la puerta. Saqué mi llave, respiré una vez más y entré.

Diana estaba sobre el sofá con Dan en los brazos, este al verme comenzó a saltar y a reír.

—Heey, pequeño dictador! —fui hasta él y lo cargué estrechándolo en mis brazos. Su olor a bebé me invadió las fosas nasales y me inundo el corazón de calor— ¡Hola! —saludé a Diana que nos veía sin expresión alguna.

—Hola, cariño —se acercó a mi para darme un pequeño y fugaz beso en los labios y noté que algo faltaba en ella.

—¿Que le ha pasado a tu cabello?

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora