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Me di vuelta en la cama sin poder dormir. Divisé el reloj sobre la mesita de noche que indicaban las 02:30am. Manuel seguía sin aparecer en la habitación.

Luego de que se encerrara en su despacho fui escaleras arriba, despedí a Fabi que de nuevo cuidaba de Manu y me quedé un buen rato con mi bebé. Finalmente cuando decidí irme a la cama me lo llevé conmigo.

En ese momento dormía plácidamente a mi lado, con sus pequeñas manitas sujetando la manta azul con estampado de carritos debajo de él. Ya sabía con exactitud sus horarios de comida y en cualquier momento comenzaría a moverse y a llorar pidiendo de comer. Quince minutos después así fue. Lo cogí en brazos y extendí mi mano al biberón que ya tenía preparado. Durante unos 20 minutos estuve alimentandolo, dándole besitos y sonriendole.

Era tan hermoso con esos ojitos azules y su rubio cabello. Estaba enamoradísima y loca por él. Por mi hijo.

Pensé en Poncho y en que se sentiría igual con Dani y el orgullo y la felicidad me invadió. Pensé también en como sería algún día juntar a nuestros bebés y verlos jugar en algún parque. Sería simplemente hermoso.

Minutos más tarde y luego de sacar sus gasesitos al bebé, pensé en Manuel. Debía estar durmiendo en el despecho como varias veces hacía en la semana. Recordé el mensaje. Su celular. Su despacho con llave. Los nombre que me dio Christian y de nuevo los sentimientos de incertidumbre me invadieron. Era un mal sabor de bocas que de plano no me dejaban tranquila. Debía conseguir se celular a como diera lugar.

Deje a Manu en la cunita que teníamos en la habitación luego de que se volviese a dormir y silenciosamente baje las escaleras. Por un momento dudé y me desvíe a la cocina. Me serví un vaso de leche caliente y sentándome en el taburete bebí junto con unas galletas. ¿Que debía hacer? ¿Sería sensato ir hasta su despacho, entrar con cautela y apoderarme de su móvil mientras dormia? ¿O era una completa y jodida locura? Seguramente era la segunda, pero en un segundo recordé el mensaje que había visto en el esta mañana... «La noche contigo ha sido estupenda, como siempre.» y con determinación mezclada con furia me levanté del taburete. Casi tropiezo y doy de bruces al suelo pero logré recuperarme. Emprendí un camino sigiloso hasta las puertas del despacho y una vez al frente respiré hondo. Las manos me temblaban al posarlas sobre el pomo pero lo hice. Respiré más veces antes de dar una pequeña y silenciosa vuelta que confirmó que estaba abierta. Empujé suavemente y desde la estancia solo se veía la tenue luz de la luna que entraba por el gran ventanal. Asomé la cabeza y pude ver el cuerpo de Manuel sobre el sofá de cuero negro. No lo había desplegado y a juzgar por su posición boca a bajo y que aun tenía los zapatos se había tirado sobre el y dormido en minutos. Eso era buena señal.

Entre un poco más y como si aguantar la respiración me hiciera invisible, camine de puntillas hasta el sofá. Roncaba y tenía una mano colgando hasta el suelo y entre sus dedos el celular... ¡Joder! Tendría que tocarlo y tenía miedo que despertase si sentía mis manos, pero ya estaba aquí. Debía hacerlo, o al menos, intentarlo.

Me acerque colocándome de rodillas junto a su cuerpo y calentandome un poco los dedos, lentamente aparte uno de sus finos dedos con uñas inmaculadas. Luego otro, y lentamente otro. Hasta que por fin pude retirar el aparato que terminó en el suelo.

Solté un poco del aire retenido. Solo un poco. Pues comenzó a moverse de posición, y esta vez, su cara que estaba de frente hacia el respaldo, ahora estaba hacia mi y murmuró algo sin sentido antes de reanudar sus ronquidos. Debía salir de ahí ahora mismo antes que abriera los ojos y me descubriera de intrusa en su  despacho.

Lenta, muy lentamente me levante del suelo y caminé poco a poco hacia atrás. Ya no me importaba el celular, solo quería salir de ahí lo antes posible. Al llegar a la puerta entreabierta, Manuel aún dormía  plácidamente como si nada hubiese pasado. Antes de poner un pie afuera cerré los ojos fuertemente y maldije por lo bajo. Si ya había arriesgado al entrar aquí ¿por que no traía el maldito teléfono? Con un rápido movimiento me devolví, lo tomé en mis manos y de igual manera, salí de ahí.

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora