56.

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Prensa.

Fue lo primero que vi cuando nos íbamos acercando a tribunales.

Mucha prensa.
Oscar
Mentiría si dijera que no estaba jodidamente nerviosa. Lo estaba a morir. Neni a mi lado tomó mi mano a medida que nos acercábamos. Afortunadamente el coche cruzó una manzana antes hasta dejarnos por la puerta trasera. Ahí nos recibiendo los guardaespaldas que nos ayudaron a entrar al edificio. Escaleras, pasillos, izquierda y derecha. No lo sabía. Yo solo era llevada, con la mente en otro sitio.

El juicio de Manuel había llegado, todo cuanto que me negué a pensar estos meses ya estaba sucediendo y debía afrontarlo. Era hora de que se dictaría la sentencia de mi fututo ex marido. Que era más que claro.

Me permití pensar un poco en Poncho y en lo mucho que deseaba que esto pasara.

Poncho. No lo había visto desde la semana pasada que salió de mi casa así sin más. Solo unos poco mensajes al día preguntando que tal iba el embarazo. Nada más. Solo pensar en él un nudo se m formaba en la garganta. Ya me había acostumbrado demasiado a verlo todo los días, que ya lo extrañaba demasiado. En varias ocasiones le pedí que hablaramos. Que no podíamos seguir adelante si no aclarabamos muchas cosas.. Pero simplemente no respondía más. Era frustrante y ya yo estaba realmente comenzando a desistir. Tal vez solo ya no le importara yo.

Y eso dolía. Me dolía en el amor que sentía por él.

-Es acá -dijo uno de los funcionarios que venía con nosotros. No me había fijado antes en él.

Nos abrió las puertas dobles y, para mi sorpresa, estaba la sala casi repleta de caras tanto conocidas como desconocida. Todos hicieron silencio al vernos. Luego de situarnos en la primera fila, la puerta se abrió nuevamente y por ella apareció Manuel, con su traje tal vez más costoso, acompañado de Marco, su abogado.

En todo el momento del juicio mi cara era de póquer. Me negué ver a Manuel en todo momento. Sentía que lo odiaba. Por el contrario, yo si sentía su mirada penetrandome. Quizá estaba furioso desde que le hice llegar los papeles de divorcio, 3 días atrás.

El juicio continuó, y quedé sorprendida de las barbaridades que se habían destapado sobre Manuel. Cosas que en mi vida habría sospechado. Poncho y Christian tenían razón en todo lo que sospechaban.

-Invitamos a pasar a la testigo principal, señora Velasco -el juez me señaló el podio a su lado y yo comencé a temblar. Las nauseas se antojaron en aparecer en aquel momento y tuve que hacer respiraciones como me había enseñado Poncho una vez para poder calmarlas.

Me levanté, con las piernas temblando y me acerqué al juez, juré, con la mano en la biblia decir la verdad y nada más que la verdad. Evité mirar a las personas, sobre todo a Manuel, y comencé mi declaración. Desde el momento que sospeche de él, las salidas extrañas, las mentiras, el momento que descubrí todo en su portátil un día que no estaba en casa y como me descubrió, me amenazó para que no dijera nada y maltrató psicológicamente por todo un mes hasta el viaje a España, el cual me dijo que serían unas vacaciones. Respiré hondo, preparadome para las preguntas. Varios alzaron la mano y el juez señaló a uno.

-¿Que quiere decir con que la amenazó? Sea clara.

-Me amenazó con publicar unas fotos privadas de.. mi. Fotos de hace muchos años.

-¿Llegó a tocarla físicamente contra su voluntad?

-Solo.. Apretones de muñecas.

-¡Ah! ¡¿Por qué no les cuentas como me fuiste infiel antes de eso, puta de mierda?! -gritó Manuel levantándose de su silla.

Por fin lo vi directamente a la cara. Tenía los ojos inyectados en sangre y la cara roja y demacrada. Más que enojo, sentí pena por él.

-No creo que al juez le importe con quién me acostaba, así como tampoco con quién te acostabas tú desde mucho antes -sonreí sin emoción al tiempo que oía murmullos en la sala y el mazo del juez.

-¡Orden! Señora Puente, vuelva a su puesto.

-Gracias, su señoría.

Las piernas seguían temblandome y las nauseas empeoraron. Pero me sentía orgullosa de mi misma. Hice lo que tenía que hacer, tanto por Manu como por la bebé que venía en camino. Me acaricie el vientre bajo mi blusa holgada y me cerre un poco más el blazer. Debía admitir que también se lo debía a Poncho.

Una hora después la sentencia fue clara y concisa: 20 años de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Sentí muchas cosas revolverse por dentro mientras mi hermana me abrazaba, cosas tanto alivio, como pesar. No quise mirar la cara de Manuel mientas recibía la sentencia y lo sacaban con las esposas, no debería sentir lastima por él después de todas las cosas malas que ha hecho. Es un delincuente. Y él sabía lo que hacía en todo momento.

-Hora de irse -me dijo Neni tomando mi mano.

Quería salir lo más pronto. Llegar a casa y encerrarme. No me sentía con ánimos de responder preguntas. Nos levantamos y caminamos por el pasillo, con la vistas de todos en mi. Me sentía incómodo. Solo quería escapar, correr de ahí. Pero en cambio, Neni me frenó el brazo, no entendí por que se detuvo e iba a gruñirle cuando miré su cara de asombro. Literal. Tenía la boca de par en par. Me giré hacía donde miraba y casi se me detiene el corazón.

En el último puesto junto a la puerta, Poncho se levantaba, como esperándonos.

¡¿Poncho aquí?!

Nos acercamos más hasta llegar a él. No entendía que hacía acá ¿en el juicio de Manuel? ¿Él?

-¿Que haces aquí? -murmuré, anonadada.

-Creo que.. Necesitamos hablar. -suspiró, con rostro cansado- Y mucho.

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora