18.

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Caminé lo más rápido que podía hasta el dormitorio de mi hijo, el camino se me hacía largo mientras subía las escaleras. Al llegar frente a la puerta respiré varias veces para calmarme y abrí la puerta. La cabeza de Fabi se asomó detrás de la silla mecedora en la que estaba con mi hijo.

-¡Any! No los oí llegar.

-Entramos hace un momento -sonreí acercándome y tomando mi pequeño medio dormido en mis brazos- ¡Hola mi bebé! Mami te extraño un montón.

-Se portó muy bien hoy y tomó su biberón a la hora -sonrió y yo le devolví el gesto- pero ya debo irme. Tengo mucho por estudiar.

-Gracias por cuidarlo, Fabi. Lo siento por tomar tanto tu tiempos libres.

-No es nada Any, solo unas pocas horas y Manu se porta muy bien. Es más, tu necesitas un descanso. Cuando quieras sabes que estoy a la orden.

La joven era un encanto.

-No hace falta, cariño. Le diré al chofer que te lleve a casa. Manuel volvió a irse a una reunión.

Pude pillar su cara de pena, pena por mi, antes de sonreír forzosamente.

-Gracias, Any. Un beso.

Se despidió, tomó sus cosas y minutos después estaba sola en casa. Ocupé la mecedora con mi hijo en brazos.

-¿Y tú que, mi dormilón? ¿Que opinas de todo esto? ¿Que debo hacer? -obtuve un pequeño apretón de su manita en mi dedo. Una especie de fuerzas, quizá. Era tanto para mi. Estaría perdida si él.

De nuevo iba de prisa escaleras a abajo una hora después, esta vez con más nervios pero con convicción. Lo haría. Sin importar lo que encontrara.

Me costó meter la llave porque las manos me temblaban, pero luego de hacerlo y oír el clic de la cerradura suspiré de alivio y de miedo. Giré, empujé y entre. Ya estaba. Estaba en su despacho.

Todo estaba aparentemente ordenado ¿por donde comenzar? Me acerqué lentamente a su escritorio y me senté en su sillón. Sobre el, papeles dispuestos ordenadamente. Los tomé y los revise. No parecían nada relevante. En los cajones, nada importante.

El portátil.

Lo encendí y esperé mientras iniciaba. Apareció su nombre y su foto en administrador. Le di clic y seguidamente me pidió una clave de acceso ¡maldición! ¿que clave pudo haber puesto? Intenté unas obvias: su nombre completo, su apellido, número de identificación, su fecha de cumpleaños, nuestra fecha de bodas ¡hasta puse mi nombre! claramente esas últimas no eran.

Me estaba frustrando. Los minutos estaban pasando y no encontraba nada. Era la única oportunidad que tenía antes que Manuel se diera cuenta que su llave no estaba en su bolsillo.

Tomé mi celular y llamé a Christian. Apagado. Recordé que tenía unas fotos que hacer así que llamé a la única otra persona que podía llamar.

-Hola.

-¡Poncho! Estoy dentro de su despacho -le hablé tropezadamente.

-¡Mierda! -lo oí exclamar, luego unos ruidos, luego él- dame un minuto.

-Medio minuto.

Oí otros ruidos a lo lejos y de nuevo él.

-Cuéntame todo.

-Poncho, no tengo mucho tiempo y esa es la única oportunidad que tengo de estar dentro ya que le he logrado sacar la lleve de su bolsillo. No he encontrado nada importante. Pero su portátil está acá, bloqueada.

-¿Intentaste adivinar una clave?

-¿Tú que crees?

-Joder. Dejame pensar. ¿No tiene ninguna tarjeta externa?

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora