28.

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No sé como pude arreglármelas para terminar la cena con el cuerpo hecho gelatina, y con la atenta mirada de Poncho sobre mi, cuando lo único que quería era sentarme sobre él y saborear los labios que hacía unos momentos tenía tan cerca. O que se acercara por detrás, apartara mi cabello y besara mi cuello.

Estaba loca.. ¡Muy mal!

Cenamos en silencio, con una tensión que se podía cortar con un cuchillo y por mi parte sin ningún apetito. Necesitaba algún tipo de conversación neutral para no levantarme y huir como una cobarde de la mesa. El viaje en bote de mañana me pareció una buena idea.

—Oye.. —Poncho alzó la mirada de su lomito dándome su atención y cuando me disponía a hablar, un móvil sonó. Vi el mío sobre la mesa, pero estaba extrañamente tranquilo, y con extraño me refiero a sin llamadas de Manuel, así que debió ser el suyo. Lo vi mirar la pantalla y suspirar.

—Dame un segundo —alzó su dedo y atendió— Hola, amor.

«Amor»

Me hundí en la silla sabiendo que si se refería a "amor" indudablemente era Diana.

—Estoy cenando ¿y tú? —me miró y frunció el ceño— ¿Y Dan? —se sostuvo el tabique con los dedos con el codo apoyado en la mesa de cristal y eso me preocupó— No me agrada, lo sabes... No estoy diciendo lo contrario, cielo —habló más suave— pero tu madre no me cae bien, creo que hablamos eso... Okey, okey, tienes razón pero... —dejó escapar un suspiro mientras escuchaba— claro que si hablaremos... Yo también los hecho de menos... —me miró nuevamente para ¿ver mi reacción? Bajé mi vista al plato— También te amo, cariño.

Hundí mi tenedor en mi trozo de carne con más fuerza de la normal, provocando un chirrido en el plato y mentalmente me tapé los oídos. No funcionó, claramente, y tuve que escuchar la cariñosa despedida antes de que colgara.

Si esto fuera una caricatura, la palabra «CELOSA» colgaría sobre mi cabeza con una gran flecha en colores neón apuntándome. Pues, no era una caricatura, pero así de obvia me sentía. Así que fingí una gran sonrisa.

—¿Y bien? ¿Que tal Daniel?

—Muy bien... —me miró con ojos entornados.

—Me alegro. Y hablando de eso, iré a llamar a Manuel. —tomé mi comida sin terminar y me dirigí al lavavajillas. Poncho me siguió en lo mismo.

—¿A Velasco? ¿Por que? —pude notar enojo en su voz y sonreí ¡toma esa!

—No, a mi hijo —voltee y le sonreí. Salí de la cocina dejándolo visiblemente sonrojado por su indiscreción.

Cerré la puerta tras de mi y me recargué en ella. Si algo me consolaba de que me dieran celos de Diana, es que a Poncho le molestara Manuel. Más no estaba segura si por celos o por el simple hecho de que era un político y él odiaba todo lo referente a la política.

Me lavé los dientes mientras pensaba todo lo que estábamos pasando aquí. La tensión sexual entre nosotros era, aún, innegable, inexplicable, inigualable y... No, Anahí, no podía ser.

Pero era.

En todo este tiempo, a excepción de nuestra conversación sobre el sofá, no había pensado en Manuel. Tampoco me dolía su infidelidad. Bueno, si. Dolía, pero lo adjudicaba al hecho de no haberlo sabido antes y que me tomara como una estúpida, otra vez.

Al regresar al dormitorio mi celular volvía a sonar insistentemente con llamadas de Manuel. Todas las desviaba, no quería hablar con él por nada del mundo.

Seguidamente a eso, entró una llamada de Neni, me recosté sobre la cama y contesté.

—¡Hermanitaaa! ¿Como estás? ¿Que hace mi pollito?

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora