Siempre Serás Tú.

8.

Vi como Poncho repasaba nuevamente el lugar con mirada ausente. ¡como si no lo conociera perfectamente! Pensé con ironía.

¿Estarían turbándolo los recuerdos tanto como a mi?

Lo invité a sentarse y le ofrecí un té, el cual aceptó.

De muevo estábamos aquí y yo lo miraba incomoda, sabía a que venía: por respuestas para Christian.

—Poncho, antes que comiences nuevamente con el interrogatorio, te adelanto que con Manuel estoy perfecta, lo del brazo fue un incidente sin importancia.  Él es un político, y se muy bien como actúan los políticos. He visto cosas sucias, creeme, pero Manuel no es así...

—¿Estás segura? —me interrumpió con fuerza, ya estaba enojado. Yo vacilé. A ciencia cierta no estaba tan segura, sé que hacía cosas muy inmorales, pero no tan fuertes como él las ponía— No estás segura, Anahí. Deja que averiguemos, nadie sabrá que somos nosotros.

Bufé frustrada, no quería que se metieran en problemas.

—Poncho, déjenlo. No vale la pena.

—¿Por qué no vale la pena, Anahí? Joder, confía en mi, antes lo hacías ¿recuerdas? Cuentame que te hace.. —cambió de táctica, se sentó a mi lado y puso esa carita de comprensión que sabía que tanto me afectaba.

—No hay nada que contar, Poncho, no vengas con estas ahora.

En vez de frustrarse, bajó la mirada.

—Ya no confías en mi..

—¡¿Después de tanto?! —exclamé indignada— ¿Luego que me apartaste de tu vida te ofendes porque no confío en ti?

—Yo no quise apartarte de mi vida, Any.

Bien, ya era hora de hablar del pasado.

—Pero lo hiciste, nunca volvimos a hacer los mismos. No te niego que tenía el orgullo herido Poncho, pero aun eras mucho para mi, eras mi mejor amigo.. yo..

—Lo siento —me miró con ojos tristes, realmente se veía sentido.

—¿Ya qué? El vínculo que teníamos se había perdido, después de la banda ya no nos unía nada más... Ni el amor, ni la  increíble amistad.

Por su expresión pude notar que eso le había dolido ¡bieen! que lo sienta un poco también. Ahora la fuerte aquí iba a ser yo.

—Has cambiado tanto.

—Era hora ¿no?

—Con el esposo que te cargas, era de esperarse —se encogió de hombros.

—¡Basta Poncho! —me levanté de un salto y lo apunté con un dedo— No voy a tolerar que vengas a mi casa después de tanto a decirme cosas de mi esposo ¿acaso te parecería bien que yo hiciera lo mismo? ¿eh? Que te hablara pestes de Diana y...

—Velasco te está dañando, Anahí —interrumpió con voz fuerte— pero ¿sabes qué? Tienes razón. No soy nadie para venir aquí y preocuparme por ti, te pido disculpas. Así que saldré por esa puerta y no me verás más. Dile a Christian que no cuente conmigo para esto. —se giró y comenzó a caminar hacia la puerta.

Mierda.

Mierda, mierda...

Estaba enojado, nunca me había hablado así, nunca me había dicho algo así. Solo estaba preocupado y lo entendía perfecto ¿por qué, a estas alturas, me empeñaba en hacer ver una vida feliz y tranquila que realmente no tenía?

—¡Poncho!

Estaba por cruzar el umbral cuando me oyó y se detuvo. Se detuvo, pero no se giró. Me estaba dando la oportunidad para hablar pero.. ¿que iba a decirle? «Lo siento» fue lo único que se me ocurrió, y se lo susurré. Vaya idiota. Vi que al menos bajó los hombros pero no se giraba, de hecho, estaba comenzando a cerrar la puerta tras él. Me alarme.

—¡No te vayas!

Corrí hasta la puerta y casi caigo con algo que tropecé, pero no me importó. Poncho ya se había vuelto y me sostuvo.

—¿Estás bien?

—No. Digo, si. Yo.. —suspiré— No sé. Fui muy dura, lo siento.

—Solo estaba preocupado por ti.

—Lo sé, lo siento.

—Ya deja de decir lo siento —frunció el ceño. Yo asentí rápidamente y miré hacia otro lado evitando su mirada.

Bien, le había impedido que se fuera y ahora no encontraba nada que decirle. Suspiré, lo miré y me mordí el labio.

—Se que algo te pasa y no quieres contarme. Se también que he estado muy ausente y ya no me consideras tu amigo y..

—Si te considero mi amigo —lo interrumpí rápidamente— y antes de que lo digas.. —bajé la voz— aún confío en ti.

—¿De verdad? —dijo con una pequeña sonrisa. Yo solo asentí y baje la mirada.

—Entonces.. —bajó su rostro a la altura del mío y me tomó de la barbilla para que lo mirase, su cara era de compasión— ¿por que no comenzamos de nuevo?