#6- Rojos.

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Afrodita salió de la carroza, junto a sus compañeros de la academia. Todos iban a dejar sus nombres, todos menos ella. Ahora maldecía sus casi 16 años. Quería participar, obviamente, pero no podía. Fleur, que estaba a su lado, iba emocionada, la rubia si pondría su nombre en el cáliz.

—¡Señoritas!—llamó la directora, viendo a sus alumnas— Formen una fila ordenada.

Sin chistar, las muchachas lo hicieron, quedando en una fila que caminaba perfectamente coordinada. La azabache fue la única que no formó, pues no tenía el uniforme ni pondría su nombre para concursar.

Entraron al comedor, dónde el cáliz descansaba en el centro, llamando la atención de cualquiera que pasara por ahí. Los muchachos de Hogwarts quedaba viendo a las jóvenes, dejándole espacio para que ellas pudieran caminar al caliz. Una por una lo hizo, la última fue Fleur, que caminó de forma delicada al seleccionador y lanzó su nombre.

—Madame, yo no volveré al carruaje para la clase de inglés.— dijo la azabache, tenían clases de inglés pues la mayoría no sabía hablarlo, Afrodita lo hablaba a la perfección, pero a Fleur le costaba mucho— Iré a dar una vuelta por ahí. Espero que no le moleste.

La mujer asintió, retirándose con las demás alumnas. La azabache comenzó a caminar fuera del comedor, sin saber a dónde ir. Luego de unos minutos, simplemente se perdió, el castillo era un maldito laberinto.

—Joder, dónde me metí.— murmuró, pensando que debería haber preguntado antes de lanzarse a caminar sola.

Luego de un trecho vio como una profesora que tenía todo el cabello recogido, con aspecto rígido pero, al mismo tiempo, una mirada maternal por todo alumnos que la detenía.

—Disculpe— llamó, tratando de llamar su atención—.

McGonagall miró a la joven que la llamaba. Le miró la cara y sentía que se quedaba pálida. Era Anna... pero ésta era más joven y con los ojos grises... ojos grises... eran iguales a los de Sirius Black. Salió del shock, mirando a la chica con una pequeña sonrisa.

—¿Necesita algo, señorita...?

—Delacour— aclaró— Quería consultarle si hay alguna posibilidad de que me explique brevemente dónde estoy y un plano del castillo. O, si no es mucho pedir, que me informe si hay algún lugar donde pueda obtener datos de ex alumnos del colegio...

—Señorita Delacour, creo que me sería imposible darle un plano, puesto que el castillo constantemente cambia y es demasiado grande como para conocerlo completamente. Y no, ese tipo de información no está abierto a cualquiera. Excepto que el ex alumno del que quiera información se haya destacado en algo, como quidditch o calificaciones. Ah, ¡señores Weasley!— Afrodita vio como dos pelirrojos se detenían, volviendo a dónde estaba la profesora—.

—¿Necesita algo, Minnie?— preguntaron al mismo tiempo, algo que hizo sonreír a la azabache—.

—Aquí la señorita Delacour— señaló cortésmente a la chica de ojos grises— Necesita que alguien le de una guía por el castillo, también busca la sala de premios de quidditch y de los premios anuales. ¿Podrían guiarla?

Ambos jóvenes posaron sus ojos en la chica, sonriéndole.

—No podría haberla dejado en mejores manos, profesora.— ambos la miraron, diciendo las palabras al mismo tiempo—.

—No quiero ninguna broma, chicos— advirtió la profesora, para luego mirar a Afrodita y sonreírle— Espero que le sirva de algo, señorita y su estancia sea de su gusto. Un placer.

La azabache solo le sonrió, asintiendo. McGonagall caminó lejos de ahí, hacia la oficina de Dumbledore, ahora tenía muchas preguntas que hacerle al anciano ése.

—Uh, hola— saludó la chica, viendo a los gemelos que estaban frente a ella—.

—Un gusto...— comenzó uno—.

—Mi nombre es George Weasley...

—Y el mío Fred Weasley...

—Y será un placer acompañarte— terminaron ambos, logrando hacer reír a Afrodita—.

—Un gusto, me llamo Afrodita Delacour— le sonrió, mientras comenzaban a caminar—.

—¿Eres de Beauxebatons o de Durmstrang?— preguntó uno de los pelirrojos—.

—No se te nota ningún acento— explicó el otro, para no quedar mal— Y la mayoría de las de Beauxebatons son rubias.

—Aunque parezca increíble, soy de Francia— suspiró— Pero evidentemente no soy rubia. Digamos que soy la oveja negra de la manada.

Ambos chicos rieron.

—¿Ya pusiste tu nombre en el cáliz?— quiso saber George—.

—Me hubiera encantado, pero no puedo— se encogió de hombros, mientras doblaban una esquina y subían unas escaleras—.

—¿Cómo que no puedes? ¿No tienes el valor?— preguntó Fred, sin filtro alguno, logrando que su gemelo le diera un golpe.

Ella rió, negando.

—Tengo 15 años, no tengo la edad suficiente.— explicó— Vine acompañando a mi prima, Fleur Delacour, ella si se inscribió.

—Vaya— sonrió el que había preguntado si tenía el valor— Entonces eres una pequeña...

—Ja. A ver, ancianos, ¿cuántos años tienen?

—16— respondieron al mismo tiempo— En Abril cumplimos los 17.

—Tampoco pueden participar— sonrió la joven— En noviembre cumplo 16, así que hasta Abril tendremos la misma edad.

—Touché— rieron ambos, deteniéndose—.

—Ahí está la sala de trofeos— señaló Fred—.

Afrodita suspiró, caminando hacia allí. Su tía Apolline le había contado que su madre amaba el quidditch y que era una buena jugadora. Rogaba que su nombre estuviera allí. Una vez que ya estaba adentro, observó la foto del equipo de Quidditch de 1978, año que ella había nacido y año que su madre había terminado el colegio. Era una foto de los diferentes equipos de las diferentes casas. Pero, justo en el medio y mucho más grande, estaba la foto de la mesa roja. Miró a un lado, estaba el nombre del capitán y de los jugadores.

Capitán: James Charlus Potter.
Cazadores: James Charlus Potter, Dave Matthews Facini y Berns Jona Marshall.
Golpeadores: Sirius Orión Black y Hapol R. Jobs.
Guardián: Roscoe Philips.
Buscador: Anna Lines Jordan.

Observó la foto, buscando a la única mujer en el equipo. Sonrió, la encontró a un costado. La foto se movía, mostrando que se reía, junto dos azabache. Esa era su madre.

—Se parece a ti— comentó George, viendo la foto de quidditch— ¿Es algo tuyo?

—Bueno— suspiró— Es una historia larga...

—El castillo es lo suficientemente grande para que la cuentes— sonrió Fred, comenzando a caminar de nuevo—.

—Cuenta— dijeron ambos chicos, mirando a la chica con curiosidad—.

—Cuando tenía tres meses de vida, mi mamá me abandonó.— murmuró— Era la época de Voldemort y el buscaba a mi mamá. Por ende, yo estaba en peligro. Ella no tuvo mejor idea que mandarme lejos, con una amiga. La tía Apolline Delacour. Mamá murió cuando yo tenía casi 2 años. Lo único que sabía de ella era su nombre, Anna, y que vino a Hogwarts. Ahora sé que jugaba quidditch como buscadora y que su apellido es Jordan. De mi padre no sé nada, absolutamente nada. Vine para aquí para averiguar quién soy.

Ambos gemelos la miraron, con un toque de pena. Para luego pasar sus brazos por sus hombros.

—Te ayudaremos con tu búsqueda, Afro— dijeron ambos, al mismo tiempo, sonriendo—.

Los secretos de una BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora