#29- Después de 16 años.

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Movió su pierna intranquilo, había esperado tanto tiempo esto y ahora estaba tan nervioso que no sabía cómo actuar. Tenía miedo de echarlo a perder y lograr que ella lo odiara. Suspiró, esperaba que esos malos pensamientos no se hicieran realidad.

—Sirius, debes estar tranquilo— murmuró Remus, viendo a su amigo con preocupación—.

—No me puedes​ pedir eso— bufó, viendo el reloj— Ya es tarde, seguro Afrodita se arrepintió, no debe querer verme.

—No seas idiota, Black— rodó los ojos— Seguro tuvieron un problema, nada más.

—No seas idiota, Black...— repitió, sonriendo levemente— Es algo que Anna me decía mucho...

—Es que tenías tendencia a ser muy idiota, bueno, tienes— corrigió, sonriendo—.

Antes que el azabache pudiera responder, la puerta se abrió, luego se escucharon unos pasos que se dirigían al comedor, dónde se encontraban ambos hombres. Los dos se miraron, para luego volver su vista a la puerta de la habitación, expectantes.

—Bueno, señores— sonrió Dumbledore, entrando al lugar.— Lamento la tardanza, Sirius, Afrodita estaba... ah, con una persona muy especial para ella.

El hombre frunció el ceño, un poco confundido.

—No quiero retrasar más algo tan importante para ti, Sirius, te presento a Afrodita Delacour— dijo el anciano—.

La puerta se abrió, dando paso a una azabache de ojos grises, llenos de vida y que emanaban rebeldía, al igual que los de Sirius cuando era joven. Su cabellos era azabache, largo y ondulado, que se adaptaba perfectamente a su piel blanca. Era de mediana estatura, con un cuerpo bien entrenado, sostenía una sonrisa un tanto nerviosa, pero resaltaba sus facciones finas, todos los la veían relacionaban esas facciones a Anna, delicadas y hermosas. Estaba vestida con un pantalón ajustado negro, una camisa azul y unas botas estilo militar.  Remus sonreía, convencido de que su amigo estaría orgulloso de la hija que tiene.

—No— negó Sirius— Ella es Afrodita Black, mi hija.

La azabache sonrió con más confianza, ahora entendía todo lo que le decían, sus ojos eran idénticos, igual que su cabello, desastroso y ondulado. Tenía razón, ahora sabía quién era, era Afrodita Black. No más Delacour, ahora sabía cuál era su apellido. Y no podía estar más orgullosa.

—Yo...— murmuró el hombre, viendo a la chica, dando unos pasos cortos— Sé que fui mal padre, que nunca me acerqué pero...

—Tranquilo— lo interrumpió la chica— Albus me contó todo, no es necesario que te excuses. Yo te entiendo.

Dumbledore se había anticipado, había explicado a Afrodita toda la situación que había tenido su padre y ella lo había entendido, no esperaba que fuera a buscarla con semejante problema, estaba relajada, ella sabía la verdad y no le preocupaba más allá de la posibilidad de que el hombre obtuviera su libertad.
Sirius sonrió, quedando a unos pocos centímetros de su hija.

—¿Podría?— preguntó—.

—Claro que sí— asintió, sintiendo los brazos de su padre a su alrededor—.

—Te pareces tanto a tu madre...— murmuró, sin dejar de abrazarla— Lo lamento, cachorra. Nunca quise dejarte. Eres lo más importante que tengo. Te amo.

—Gracias, papá... Ve la parte buena buena, podremos recuperar todo el tiempo perdido.— sonrió, queriendo evite el tema de todos  y los años que había pasado sin saber nada de ellos—.

El azabache se separó de la chica, sonriendo de la misma manera que ella.

—Por cierto, hola, tío Remus— le sonrió a su padrino—.

Los secretos de una BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora