Afrodita tocó el traslador y, justo al tiempo que escuchaba a Albus Dumbledore pronunciar "tres", sintió que algo tiraba de su interior haciendo que se le produciran náuseas. Una vez que sus pies tocaron suelo firme abrió sus ojos, observando la cocina de la casa de su padre.
-Afrodita.- escuchó la dulce voz de la señora Weasley detrás de ella, logrando que se diera vuelta-. Ay, querida, me alegro tanto que hayas llegado.
-Me alegra mucho verla, Molly.- le sonrió, al tiempo que la mujer se acercaba y la abrazaba-. ¿Cómo está el señor Weasley? Dumbledore me dijo que fueron a verlo ayer... Espero que todo esté bien.
-Está estable, ya tiene otra vez su humor de siempre.- se separó de ella, observados con una sonrisa pero su cara denotaba mucho cansancio-. Estamos esperando a Charlie que venga para ir a hacer una visita ahora, pero los chicos no irán, tuvieron una noche larga, lo mejor es que se queden. Tu también deberías subir y descansar un rato.
La azabache asintió, saludando por última vez a la mujer pelirroja y yendo hacia arriba, a su habitación. Antes de entrar al cuarto que le pertenecía se detuvo en medio del pasillo, dando media vuelta y dirigiéndose a la habitación que ocupaban los gemelos. Se acercó a la puerta, tocandola suavemente.
-Mamá, no queremos ir a buscar a Charlie, Bill dijo que se encargaría, nosotros...- comenzó un George somnoliento, abriendo la puerta y esperando encontrarse con la mujer que lo había criado, pero al ver a Afrodita sonrió-. Creí que te habías olvidado de nosotros, pasa.
El pelirrojo se hizo a un lado, dejando que la joven entrara a la habitación. Ella hizo una mueca, estaba todo demasiado desordenado y muchas cosas estaban en el suelo. Observó a su novio que se encontraba acostado boca arriba, con los ojos cerrados y aparentemente dormido.
-No durmió bien anoche.- comentó el hermano de su novio-. Creo que se siente culpable.
-¿Culpable de qué?- preguntó la chica, frunciendo el ceño-
-Bueno...- el pelirrojo hizo una mueca, observando fijamente a su hermano-. Cuando llegamos estábamos todos muy nerviosos, nos urgía ir a ver a papá, pero Sirius no quería. Tenía razón, iba a ser demasiado sospechoso, pero estábamos cegados. Fred dijo algunas cosas sobre que tu padre era un cobarde que se escondía aquí, se dejó llevar, ahora se arrepiente...
-Ay, Merlín.- lo cortó la azabache-. Tener a papá y a Fred es tener dos niño, joder. Tranquilo, George, papá no se habrá enojado, el más que nadie sabe sobre perder los cabales un rato.
El muchacho sonrió, viendo a su cuñada, sin decir nada más.
-¿Quieres despertarlo?
-No, no, déjalo dormir, voy a ver a papá, cuando despierte dile que estoy aquí.- le sonrió una última vez para luego salir del lugar y subir las escaleras, buscando el último cuarto, el de su padre-.
Una vez frente a él ni siquiera tuvo que tocar, la puerta estaba abierta y pudo observar a su padre atravesando el marco, saliendo del lugar. Sonrió enormemente cuando vió a su hija acercarse. La abrazó, sin dejar que ella emitiera palabra alguna.
-Estás muy aseado.- comentó con diversión sin soltar a su padre-.
-Me siento un hombre nuevo.- afirmó, soltando a la chica y viéndola con una sonrisa-. Te extrañé, creí que no ibas a venir.
-Me voy a quedar dos días.- explicó-. Convencí a tía Cissy de que era lo mejor. Así que me tendrás unos días por aquí.
-Algo me da a intuir que no vienes realmente por mi...- le murmuró, entrecerrando los ojos-. Creo que tú verdadera razón tiene cabello pelirrojo y no azabache.
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Los secretos de una Black
Fiksi PenggemarUna vida de secretos en Francia. Una familia de rubios que te tratan como una hija. La curiosidad. El pasado. El futuro. La herencia que pesa. La vida. La muerte. Segunda parte de "Ella es igual a mi".