#22- Pelirrojo

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El joven vio a Afrodita llegar, vestía un pantalón negro, con un tapado color bordo y su cabello suelto, le sonrió, mientras ésta se acercaba.

—Fred— sonrió, llegando hacia el chico—.

—Hola, Af— saludó, devolviéndole la sonrisa— Te ves bien...

—Gracias, tú también— ladeó su cabeza— ¿Vamos?

El pelirrojo asintió, tomando el brazo de la joven, comenzando a caminar fuera del castillo, yendo al Hogsmeade.

—¿Quieres hacer algo en especial?— preguntó, mientras veían cómo otros alumnos caminaban en el pequeño pueblo—.

—¿Podemos ir a Honeydukey?— pidió, siguiendo el camino hacia el pueblo mágico, vio sus pies, frunciendo el ceño— ¿Y George?

—Se quedó en el castillo con Angelina, está enferma— explicó, ladeando su cabeza—.

—Oh, pobre— asintió— ¿Qué tal sus proyectos?

—Bastante bien...— frunció el ceño, mirando a la chica— Espera, ¿cómo supiste de los proyectos?

Afrodita frunció el ceño, aún más confundida que el chico. Fred y George le habían dicho algo sobre sus proyectos, por eso sabía, pero ahora parecía que el pelirrojo no lo recordaba.

—Tu me lo dijiste...— murmuró, aún confundida—.

—No lo recuerdo— confesó el chico, negando— No importa, van genial...

La azabache asintió, sin estar totalmente convencida.

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Luego de haber visitado la dulcería ambos se habían decidido a ir a tomar unas cervezas de mantequilla, se sentaron en una mesa de la taberna, encargando unas cervezas.

—Regalo de la casa— les sonrió la mesera, dejando en la mesa la bebida y dos porciones de pastel de crema de calabaza, inmediatamente se alejó—.

—Genial— sonrió el pelirrojo, pero vio la expresión de la chica y borró la sonrisa— ¿Pasa algo?

—No me gusta la crema de calabaza— bufó, sacando su varita y dondole dos toques al pastel, cambiando el color de una crema, de naranja a marrón, chocolate— Mejor.

Fred miraba a la chica con lo ojos abierto, mientras ésta comenzaba a comer el postre. Rió, negando.

—¿Cómo lo haces?

—¿Qué cosa?— preguntó la azabache, frunciendo el ceño, confundida—.

—Eres tan hábil con la magia— suspiró, había visto a Afrodita hacer hechizos de los que nunca había escuchado o hacerlo sin siquiera decir una palabra— Y tan poderosa...

—Pero no sirve de nada— se encogió de hombros—, podría ser tan poderosa como Albus Dumbledore, pero sigo siendo menor de edad.

El pelirrojo la vio, entendiendo a lo que se refería, el tampoco podía hacer magia y eso lo frustrada.

—¿De dónde sacas tantos hechizos?— preguntó, sintiendo curiosidad—.

—Mi tío es un diplomático, consiguió un permiso para que mis primas y yo pudiéramos hacer magia en cierto límite de tiempo y en casa— explicó— También nos enseñó a defendernos y me seguí perfeccionando yo sola. La magia antigua es algo fascinante, Fred.

—¿Antigua?— preguntó el pelirrojo, tomando un poco de su cerveza—.

—La antigua tiene características que la que aprendemos no tiene. Pero también es peligrosa— explicó— Hay un hechizo...

La azabache dejó su varita a un lado, extendiendo sus manos, mostrando sus palmas. Primero no pasó nada, pero la joven comenzó a murmurar algo y en el medio de ambas manos se comenzó a formar una bola de color blanco fantasmal, giraba y desprendía un humo que desaparecía a los minutos.

—¿Qué eso, Afrodita?— preguntó, sin dejar de ver lo que había hecho la chica, parecía que nadie más en el lugar se había dado cuenta de esa esfera—.

—La llamaban la esfera del poder— dijo, bajando sus manos y haciendo que la bola desapareciera— En la antigüedad los magos la usaban para diferenciarse de los muggles y para saber qué tipo de mago era. Muestra el poder de cada mago, mientras más visible, más poderoso es el hombre. Su color...— miró a su alrededor, espectante que nadie los estuviera escuchando— su color es lo que los distingue a los magos. Sí es un color oscuro, es evidencia de que el mago es amante de la magia tenebrosa, que su magia es mal utilizada. En cambio, si muestra un color claro, el brujo es alguien puro, alguien que no tiene intenciones macabras. Pero el color puede cambiar, un mago no siempre es bueno y no siempre es malo.

El pelirrojo miraba a la chica un poco consternado, jamás había oído hablar de aquello, ni tampoco lo había leído en ningún libro.

—¿Por qué es peligroso?— preguntó, frunciendo el ceño—.

—Se dejó de utilizar hace siglos, porque muggles o otros magos podían robar el poder cuando mostraban las esferas. No era seguro. Aún no es seguro convocar éste hechizo.

—Vaya... linda e inteligente— sonrió el chico— ¿Me recuerda por qué no tienes novio?

—A ver— tomó un sorbo de su cerveza, acabandola, para cenar a enumerar con los dedos— Soy irrespetuosa, competitiva, poco seria, me gustan las bromas, tengo tendencia a ser despreocupada con mis parejas... Ah, y soy un maldito cerebrito que lanza cuchillos. ¿Sigo?

Fred rió, negando.

—Aún no lo explica— sonrió, acabando su pastel—.

—Va, ¿por qué me invitaste a salir? Digo, eres guapo y escuché por ahí que le pareces lindo a las francesas. Ya deberías buscarte otro objetivo.

—Suena tentador, pero no— sonrió— Me cansé de las chicas que tienen más maquillaje que neuronas.

Ella rió, asintiendo.

—Buen punto.

—Aparte, tú eres más guapa que todas. Eso que no me hechizaste— le guiñó un ojo, logrando que ella riera.

—Suena tentador— repitió— Venga, vamos al castillo ya, está anocheciendo.

El asintió, dejando dinero en la mesa, al mismo tiempo que la chica.

—Oh, no, no discutiremos otra vez— bufó Fred— Yo pago.

—Está bien— dijo, para sorpresa del pelirrojo— Pero yo pagaré la próxima vez.

El pelirrojo rió, asintiendo.

—Trato hecho, señorita Veela.

Los secretos de una BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora