#2- Otro año de lo mismo.

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1 de Septiembre de 1994

Afrodita golpeó su cabeza por tercera vez, hoy era un día fatal para ella. Debía volver a su colegio, Beauxebatons. Una vez más debía volver a lo que ella llamaba "el nido de las ratas a la moda". Su rubia prima la miraba divertida, igual que la rubia más pequeña. Ambas rieron.

—No sé de qué se ríen, ¿no ven que estoy sufriendo?— hizo una mueca, volviendo a golear su cabeza— ¿No quieren lanzarme un Avada? ¡Así acaban con mi sufrimiento!

—¡Me ofrezco como voluntaria!— gritó Fleur, llamando la atención de sus padres, que la miraban extrañados— Bueno, es el deseo de Afrodita, ¿qué puedo hacer en contra de eso?

—Afro, debes volver, ya eres grande, supongo que no harás el berrinche de todos los años.— comenzó el hombre rubio, mientras la nombrada hacía un puchero— ¿o sí?

La única azabache suspiró, tomando un poco de su jugo de naranja.

—Está bien, me voy a aguantar un año más.— suspiró, metiendo en su boca un bocado de pastel— Pero si me suicido por tanto rosa, es su culpa.

Gabrielle rió, mientras Apolline rodaba los ojos y Fleur la miraba indignada.

—No sé por qué te quejas tanto, es un gran instituto— comenzó la rubia adolescente, pero la azabache detuvo lo que iba a decir—.

—No vamos a entrar a una discusión estúpida, Eur. No tenemos las mismas opiniones y punto.  No voy a discutir con una rubia.— vio a las rubias que parecían ofendidas— Perdónnnn, ¡salvenme! Las rubias me miran mal.

Afrodita salió de ahí, apurada de no ser reprendida, dejando atrás su desayuno.

—¡Afrodita Delacour, prepara tus maletas que nos vamos dentro de unos minutos!— le gritó Apolline, cuando la chica estaba subiendo las escaleras—.

.-.-.-.-.-.

Afrodita bajaba de las escaleras, con su baúl en mano. Todavía no era mayor de edad y no podía usar su magia libremente, lo cual le molestaba mucho. Fleur, por el contrario, ya podía usar su magia y bajaba su baúl levitando.

—Maldita mayoría de edad, maldita desventaja, maldita Fleur— murmuraba la chica mientras bajaba, mientras la otra reía atrás de ella—.

—Es curioso, eres un genio pero no puedes hacer magia por tu edad— se burló la chica, una vez que estuvo abajo—.

—No te metas con mis capacidad de aprendizaje y mi edad— se defendió— Podría pedir otros exámenes de nivelación y graduarme antes que tú, no me provoques.

—Eso no quita que no puedes hacer magia fuera del instituto— le sacó la lengua, mientras veían como la rubia más pequeña bajaba con su padre atrás, bajando el baúl de ésta—.

—Bueno, chicas...— comenzó el hombre, al estar ya abajo— Primero, los consejos de siempre. Fleur, prohibido la ropa muy reveladora. Gabrielle, prohibido salir con chicos mayores. Afrodita, aléjate de los problemas, no hagas muchas bromas y nada de ropa muy reveladora. ¿Me olvido de algo?

—Sí— el hombre miró a la azabache, con curiosidad— El de tratar de no provocarle Madame Máxime un paro cardíaco.

—Eso. Ah, una cosa más— hizo una señal para que ellas se acercaran, lo cual hicieron— Hay una sorpresa que se les dirá... pero solo para algunos. Y no, no se los diré. Suerte, mis niñas.

El trío asintió, saludando al hombre rubio, despidiéndose.

—Afro, quiero hablar contigo— las demás se fueron, llevando sus baúles para acomodar— Escucha, nena, Apolline me contó de lo de Inglaterra. Podemos ir juntos a Inglaterra en verano, pasamos unas vacaciones allá y vemos la casa donde te quedarás. Vendrás, harás tú último año y luego puedes irte. También puedes comenzar a estudiar lo que quieres allá. Pero tranquila, Af, podrás averiguar todo lo que quieras.

La joven asintió, abrazando al hombre. Después de 16 años, el había sido como su padre y la había tratado como tal, nunca había hecho diferencia con sus primas y eso era lo que más le alegraba. Después de todo, tenía un padre. Uno adoptivo y al que llamaba tío, pero era su padre, había actuado así todo éste tiempo.

—Creo que los extrañaré si me voy— murmuró para que el escuchara— Tengo miedo de no encontrar respuestas muy agradables.

—Afrodita, yo conocí a tu madre, solo un poco, pero lo suficientemente para saber qué fue una gran mujer. Tu padre también seguro lo fue, después de todo, tú eres su hija y eres increíble. No debes tener miedo, nena. Si te equivocas, seguiremos aquí para ti. Y si Inglaterra no funciona, puedes ir a Rumanía, a buscar lo que dejaste.

Ella se separó del hombre, riendo. Monsieur Delacour era de extrema confianza para ella, le contaba cosas que ni a Apolline se animaba.

—Es buena opción— ladeó su cabeza— Bueno, tío, debo irme. Ahora me toca a mi las recomendaciones, afeitate ésa barba negra, te queda espantoso, ¡eres rubio!

El hombre rió, negando.

—Lo haré cuando tú dejes de hacer bromas y dejen de llamarme del instituto.

—Touché— tomó su baúl, sonriendo— Nos vemos, tío. Suerte en la oficina.

—Adiós, pequeña, suerte con las rubias.

Los secretos de una BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora