Fleur veía a su prima, que dormía a un costado. El viaje había sido muy largo y Afrodita se había quedado dormida a la mitad de éste. Hace unos minutos su directora, Madame Máxime, había anunciado que se prepararan, ya llegaban a Hogwarts. Comenzó a mover a la azabache, tratando de despertarla.
—Fleur, déjame en paz.— murmuraba la chica, acomodándose para seguir durmiendo—.
—Estamos por llegar a Hogwarts, Afro. Venga, levántate.— vio como su prima comenzaba a desperté poco a poco, sentándose y soltando un bostezo—.
—Como me hayas mentido y quieras que me levante para ver algún vestido, labial o maquillaje, te mataré.— advirtió—.
No fue necesario que Fleur se defendiera, pues pronto sentían cómo aterrizaban. Ambas chicas se levantaron, para hacer la fila y bajar ordenadamente. Tardó un segundo en abrirse la puerta. Pero, cuando lo hizo, la primera en bajar fue la gran directora de la academia, mientras ellas iban detrás de ésta.
Un anciano de larga barba blanca, que parecía el director, comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitandolo, aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor Madame Máxime.
Sonriendo graciosamente, algo muy común en ella, avanzó hacia el hombre y extendió una mano reluciente. Aunque el era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.
—Mi querida Madame Máxime—dijo—, bienvenida a Hogwarts.
—Dumbledore —repuso Madame Maxime, con una voz profunda—, espero que esté bien.
—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.
—Mis alumnos —dijo Madame Maxime, señalando tras ella con gesto lánguido a los jóvenes, Afrodita hizo una mueca, tenía bastante frío, le urgía una chaqueta, el maldito uniforme de seda no la ayudaba en nada—.
—¿Ha llegado ya Karkarov? —preguntó Madame Máxime.
—Se presentará de un momento a otro —aseguró Dumbledore—. ¿Prefieren esperar aquí para saludarlo o pasar a calentarse un poco?
—Lo segundo, me parece —respondió Madame Maxime—. Pero los caballos...
—Nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas se encargará de ellos encantado —declaró Dumbledore—, en cuanto vuelva de solucionar una pequeña dificultad que le ha surgido con alguna de sus otras... obligaciones.
Afrodita pudo observar como la mayoría de sus compañeros observaba con desdén el castillo, mientras que ella lo miraba encantada. La academia era más iluminada y parecía sacado de un cuento muggle de princesas. Negó, prestándole atención a su directora, que ahora daba la orden para entrar al castillo, a calentarse. Entró, caminando ordenadamente con sus compañeros, viendo cada detalle del castillo. Le encantaba. Pero Fleur no parecía compartir la opinión.
—¿Por qué esa cara, Eur?— rió, para que luego la rubia la mirara mal—.
—Me parece un poco tétrico el castillo... algo un poco feo— murmuró, viendo con una mueca todo, sosteniendo su bufanda—.
—Estás demente, a mí me encanta— suspiró— Es muy... misterioso. Adoro eso.
La rubia negó, pero antes que pudiera decir algo, entraron a lo que parecía el comedor, dónde había cuatro mesas largas. Una de color rojo, con un león. Otro azul con una águila. Otro amarillo con un tejón. El último era un verde, mezclado con plateado y una serpiente en medio. Sonrió, viendo las diferentes casas del colegio.
—Nos sentaremos aquí— anunció Madame Máxime señalando la mesa azul, las jóvenes asintieron, sentándose—.
Luego de unos minutos aparecieron los alumnos de Durmstrang, junto con los de Hogwarts, tomando lugar. Afrodita logró ver cómo los alumnos de Durmstrang eran de complexión grande, aunque podría deberse a sus grandes abrigos.
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Los secretos de una Black
FanficUna vida de secretos en Francia. Una familia de rubios que te tratan como una hija. La curiosidad. El pasado. El futuro. La herencia que pesa. La vida. La muerte. Segunda parte de "Ella es igual a mi".