#27- Contra todo.

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El hombre que había entrado junto a los profesores era el ministro de magia. Había tenido una discusión bastante fuerte con Dumbledore, hasta que se fue, la azabache se imaginó que salía extremadamente enojado del lugar.

-Afrodita, puedes dejar de fingir- dijo el director, logrando que la chica abriera sus ojos, sintiendo todas las miradas de los presentes sobre ella-.

-Lo lamento- murmuró, encogiéndose de hombros-.

El hombre sonrió levemente, para volver al grupo que estaba con Harry.

-Hay mucho que hacer -dijo-. Molly... ¿me equivoco al pensar que puedo contar contigo y con Arthur?

-Por supuesto que no se equivoca- respondió la señora pelirroja que estaba junto al niño, parecía decidida-. Arthur conoce a Fudge. Es su interés por los muggles lo que lo ha mantenido relegado en el Ministerio durante todos estos años. Fudge opina que carece del adecuado orgullo de mago.

-Entonces tengo que enviarle un mensaje -dijo Dumbledore-. Tenemos que hacer partícipes de lo ocurrido a todos aquellos a los que se pueda convencer de la verdad, y Arthur está bien situado en el Ministerio para hablar con los que no sean tan miopes como Cornelius.

-Iré yo a verlo -se ofreció el otro pelirrojo levantándose-. Iré ahora.

-Muy bien -asintió Dumbledore-. Cuéntale lo ocurrido. Dile que no tardaré en ponerme en contacto con él. Pero tendrá que ser discreto. Fudge no debe sospechar que interfiero en el Ministerio...

-Déjelo de mi cuenta -dijo Bill.

Le dio una palmada a Harry en el hombro, un beso a la mujer en la mejilla, se puso la capa y salió de la sala con paso decidido.

-Minerva -dijo Dumbledore, volviéndose hacia la profesora McGonagall-, quiero ver a Hagrid en mi despacho tan pronto como sea posible. Y también... si consiente en venir, a Madame Maxime.

La profesora McGonagall asintió con la cabeza y salió sin decir una
palabra.

-Poppy -le dijo Dumbledore a la señora Pomfrey-, ¿serías tan amable de bajar al despacho del profesor Moody, donde me imagino que encontrarás a una elfina doméstica llamada Winky sumida en la desesperación? Haz lo que puedas por ella, y luego llévala a las cocinas. Creo que Dobby la cuidará.

-Muy... muy bien -contestó la señora Pomfrey, asustada, y también salió.

Dumbledore se aseguró de que la puerta estaba cerrada, y de que los pasos de la señora Pomfrey habían dejado de oírse, antes de volver a hablar.

-Y, ahora -dijo-, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.

Luego de eso, pasó algo irreal para la joven azabache, observó cómo el perro negro que había visto tantas veces se transformaba en un hombre con aspecto demacrado.

La señora Weasley soltó un grito y se separó de la cama.

-¡Sirius Black! -gritó.

-¡Calla, mamá! -chilló Ron-. ¡Es inocente!

Snape no había gritado ni retrocedido, pero su expresión era una mezcla de furia y horror.

-¡Él! -gruñó, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado-. ¿Qué hace aquí?

-Está aquí porque yo lo he llamado- explicó Dumbledore, pasando la vista de uno a otro-. Igual que tú, Severus. Yo confió tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olvidéis vuestras antiguas diferencias, y confiéis también el uno en el otro.

El tal Sirius y Snape se miraban con intenso odio.

-Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades -dijo Dumbledore con un deje de impaciencia-. Daos la mano: ahora estáis del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Muy despacio, pero sin dejar de mirarse como si se desearan lo peor, Sirius y Snape se acercaron y se dieron la mano. Se soltaron enseguida.

-Con eso bastará por ahora -dijo Dumbledore, colocándose una vez
más entre ellos-. Ahora, tengo trabajo que daros a los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos pille de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg y Mundungus Fletcher: el antiguo grupo. Escóndete por un tiempo en casa de
Lupin. Yo iré a buscarte.

Ante la mención del padrino de Afrodita ésta quedó mirando al hombre, pensando qué tipo de relación tenía con el. El hombre, anteriormente llamado Sirius Black, no dejaba de mirarla, como si la extrañara. Aunque ella no conocía al hombre.

-No tardaremos en vernos, Harry- aseguró Sirius, volviéndose hacia él, luego de que éste quisiera quejarse de la partida del hombre-. Te lo prometo. Pero debo hacer lo que pueda, ¿comprendes?

-Claro. Claro que comprendo.

Sirius le apretó brevemente la mano al chico, asintió con la cabeza mirando a
Dumbledore, volvió a transformarse en perro, y comenzó a caminar hacia la puerta, dónde se detuvo y miró por uno segundos a Afrodita, para luego con sus patas abrir la puerta y salir de allí.

-Severus -continuó Dumbledore dirigiéndose a Snape-, ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

-Lo estoy -contestó Snape.

Parecía más pálido de lo habitual, y sus fríos ojos negros resplandecieron de forma extraña.

-Buena suerte entonces -le deseó Dumbledore, y, con una mirada de aprehensión, lo observó salir en silencio de la sala, detrás de Sirius.

Pasaron varios minutos antes de que el director volviera a hablar.

-Tengo que bajar -dijo por fin-. Tengo que ver a los Diggory. Tómate la poción que queda, Harry. Afrodita, quédate aquí, ya te llamaré a mi oficina para que hablemos.

El director de fue y en el lugar reinó la paz. Todos miraban a Harry, que tenía los ceños fruncidos, parecía cansado.

-Te tienes que tomar lo que queda de la poción, Harry -dijo al cabo la señora Weasley. Al ir a coger la botellita y la copa, dio con la mano contra la bolsa de oro que estaba en la mesita-. Tienes que dormir bien y mucho. Intenta pensar en otra cosa por un rato... ¡piensa en lo que vas a comprarte con el dinero!

-No lo quiero -replicó Harry con voz inexpresiva-. Cogedlo vosotros. Quien sea. No me lo merezco. Se lo merecía Cedric.

La azabache miró al chico con pena, había vivido tanto en una sola noche. Suspiró, sonriéndole. Hasta a ella le costaba parecer normal.

-Harry- lo llamó, logrando que la mirara- Tómate la poción, ¿si? Duerme que lo necesitas más que nada. No es momento para echarte culpas, tampoco es necesario. Hiciste más que lo que cualquiera hubiese hecho. Venga, duerme que te esperan días largos.

Harry asintió, tomando la poción para dormir y de la nada cayó en un sueño.

-Gracias...- le sonrió la mujer pelirroja-.

-Se llama Afrodita Delacour- aclaró Ron, sonriéndole a la chica con un poco de maldad, se iba a vengar de la broma que le había hecho con sus hermanos- Es la pareja de uno de los gemelos.

Ambas mujeres abrieron los ojos. Molly Weasley miraba a la chica sin poder creercelo y Afrodita miraba a Ron con ganas de matarlo.

-¡Eres inoportuno, Ronald! Mira cómo está Harry y sales con eso...- comenzó Hermione-.

-Cuando la oportunidad de venganza se acerca, no hay que desperdiciarla- se encogió de hombros el pelirrojo-.

-¿Es verdad?- preguntó la mujer- ¿De cuál?

-Señora Weasley, Ron está confundido- trató de sonar lo más creíble posible y no entrar en nervios- Los gemelos y yo solo somos amigos, nada más. Se lo aseguro.

Antes de que la mujer pudiera hablar,la puerta de la enfermería de abrió. Por un instante Afrodita creyó que iba a ser su salvación, hasta que vio a los gemelos entrar al lugar, tragó saliva, esto iba a ser más incómodo.

Los secretos de una BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora