SEGUNDA TEMPORADA-CAPITULO TRECE

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Hoy definitivamente no es mi día y el hecho de que odiará los lunes no ayudaba ni mucho menos lo hacía más fácil.
Apenas y pude dormir algo la noche anterior por quedarme pensado en que hacer con respecto al tema de Lauren. Aveces aún no me podía creer que ella de verdad estaba aquí y que me diera esa hermosa y sexy sonrisa cuando me veía y ¡en persona! Y todo parecía hermoso pero después venía a mi mente todo lo que pase por tres meses y además que fue por su culpa y se me nublaba la razón, simplemente me entraban unas ganas de correr muy lejos de ella.

–Mija, ¿Vas a desayunar?–Pregunto mamá cuando me vio entrar a la cocina.

–Ya no alcanzó mamá.–Agarre una manzana de la canasta de frutas–No tarda en llegar Dinah y odia que la haga esperar.
Y como si fuera coincidencia se escucho cómo sonaba el claxon de su coche. Mire a mi madre como diciéndole que tenía razón.

–Bien, pero almuerzas algo en la escuela.–Asentí despidiéndome con un abrazo de ella, tome mi mochila y salí.

–Mila, ¿cuándo será el día en que te encuentre ya fuera de tu casa y no me hagas esperar tanto?–Comentó apenas subí al coche.

–Nunca.–Respondí riendo.

–Que sinceridad.–Dijo mirándome antes de arrancar el auto.–Que ojeras tan terribles traes, puedo saber,¿a qué se deben?

–No quiero hablar de ello tan temprano.–Saque mi móvil checándolo y si, seguía sin tener ni una noticia de Lauren lo cual me comenzó a frustrar, suspiré.

–No es tan difícil imaginar que es por Lauren, pero Mila, en la hora del almuerzo no te salvarás.

Llegamos al instituto apresurándonos a entrar Dinah tenía razón en que me retrasé y para nuestra suerte el profesor Martínez ya estaba dentro del salón ahora nos tocaba pedir permiso para entrar y si él no quería nos perderíamos las dos horas de trigonometría.

–Mila, estamos perdidas, no nos dejara pasar ni de chiste ya sabes lo sangrón que es.–Dijo quitándose la mochila y dejándola en el piso.
Miré a Dinah y después el pasillo desierto éramos las únicas que estábamos fuera. Genial.

–Si pedimos permiso, quizá nos deje pasar.–Dinah hizo una mueca.

–¿Pedimos? ¿Tú y quién más? Yo no lo haré a mi me odia lo suficiente como para regresarme con una mirada, ¿Recuerdas?

Y claro que lo recordaba pero es que solo a Dinah se le ocurre hacerle una broma al profesor de 50 años por su calvicie y es obvio que al profesor no le causó nada de gracia.

–Le tendrás que pedir permiso tú, todo está en tus manos.–Dijo con una mano en su pecho y con la otra me tomo del hombro de manera dramática.

–Pero yo no quiero y además...–No pude seguir protestando porque Dinah toco la puerta.
Escuchamos como resbalan la silla para poder pararse y después sus pasos al caminar hasta la puerta, contuve la respiración cuando lo vi aparecer detrás de la puerta una vez que abrió.

–¿Que sucede, señoritas?–Preguntó mirándonos a ambas como si no fuera obvio lo que pasaba.
Yo tarde en pensar una frase coherente para que nos dejará entrar y hasta que Dinah me golpeó en la espalda reaccione.

–¿Sería tan amable de dejarnos entrar?–Pregunte un poco cohibida.
Nos examinó a ambas mirándonos por unos minutos pensando que hacer sin embargo suspiro cansado lo cual era absurdo pues nosotros éramos su primera clase del lunes, pero lo malo de los adultos es que se amargan la vida y ya nada lo ven con gusto sino como una rutina, van a trabajar como una rutina diaria de ocho horas y se olvidan de vivir, se olvidan que se les va la vida en esa rutina y cuando menos lo piensan ya están demasiado viejos para disfrutar de pequeñas cosas que te ofrece la vida.

A kilómetros de ti.  (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora