CAPITULO 12

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El auto de Stellan se detuvo frente a la vivienda de Geenebra, la calle estaba por completo vacía, las personas en sus casas hacía ya horas que se habían retirado a descansar, y si en ese momento se hubiera ido, nadie jamás se habría enterado de su presencia en aquella solitaria calle; pero en cambio, el vampiro entro al patio de la casa, llego hasta la puerta y toco un par de veces. Pasaron un par de minutos y él pensó que nadie saldría, pero entonces escucho unos pequeños pasos acercarse. Un niño pequeño abrió la puerta, tuvo que alzar la vista un poco más de lo usual para ver el rostro de quien había tocado a su puerta en medio de la noche, mientras se restregaba un ojo con la manga de su pijama.

—¿Eres un vampiro? —Pregunto Nore en medio de un bostezo, sin temor, pero bastante adormilado.

—Si. —Respondió Stellan.

Hacía muchos años, demasiados, que Stellan no estaba tan cerca de un niño, mucho menos conversar con uno. Los niños hacían sentir incomodos a los vampiros, tuvieran la edad que tuvieran. Si los vampiros eran muy jóvenes, sentían remordimiento por desear su sangre, si eran viejos se sentían incomodos por la vulnerabilidad que desear su sangre les provocaba; en lo único que concordaban era, en que la sangre de los niños era altamente adictiva, la más limpia, la más sanadora, una gran tentación.

—Hoy... no, ayer... —Continuo Nore, aun confundido por el sueño. —No se... pero vino ya una vampira muy bonita, se llama Alina o algo así, dijo que tenía 800 años. ¿Eres su amigo? ¿Qué edad tienes?

—¿Esta tu madre despierta?

Pregunto Stellan, tratando de evadir las preguntas del niño adormilado y tratando de que se alejara de él, ya que su aroma era casi intoxicante.

—Si... digo, no sé, ¿Quieres que la llame?

Stellan asintió con la cabeza un par de veces, y se sintió un poco más tranquilo cuando el niño se alejó de él y fue hacia la habitación de su madre. Pensaba en lo difícil que debía ser el trabajo de los vampiros que trabajaban ayudando a las mujeres a dar a luz, teniendo en sus manos a bebes recién nacidos, llenos de sangre y de ese dulce aroma; porque a pesar de que los que trabajaban en esa área se les suministraba el doble de sangre para que jamás trabajaran con el mínimo de hambre, nada se podía comparar a el sabor de un niño, de un bebé, de un recién nacido.

Stellan empezó a sentir el paladar pastoso y la garganta un poco seca, el aroma de Nore se había quedado adherido a su nariz y había penetrado hasta lo más profundo de sus adentros, el niño ya no estaba a su alcance, pero de todas maneras sintió que se perdía por un momento. Estaba a punto de retirarse, de ir a su departamento para lavar de su cuerpo hasta el menor rastro del aroma de Nore, pero entonces distinguió que la figura de Geenebra se abría paso entre las penumbras de la casa.

—Nore me dijo que había un vampiro en la puerta de la casa, pensé que hablaba de un sueño. ¿Qué haces aquí?

—Ocupaba verte, hablarte. Te extraño Geenebra, y honestamente no sé qué vaya a pasar conmigo después de hoy, no sé si me reubiquen o si el Gran Magistrado me llame a su presencia o si solo... —Estuvo a punto de decirle que quizá solo cortarían su cabeza, pero no creyó que esa información fuera muy de la incumbencia de Geenebra. —ocupaba verte.

Geenebra estaba confundida, recordaba las palabras de Aleenah acerca de que las cosas apenas estaban por comenzar. Le preocupaba el porvenir de Stellan, y aún más por la manera en la que se había aventurado a ir a verla, tan clandestinamente.

—¿Deseas pasar? —Pregunto Geenebra, nerviosa pero aun cortes. —Bueno, no sé si sea correcto, pero...

—No. Mejor vayamos a otro sitio. ¿Puedes?

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora