CAPITULO 40

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"El hombre está solo, abandonado en la tierra, en medio de sus infinitas responsabilidades, sin ayuda, sin otro objetivo que el que se proponga."

Jean-Paul Sartre.

La llegada del segundo avión de Aleenah tomo a los tres líderes de la sub zona T por sorpresa, más al ver a los tripulantes; un grupo variado de sobrevivientes acompañados de regalos y una carta.

—Esto es una despedida. —Dijo Carlos con un hilo de voz y luciendo pálido.

Stellan le arrebato la carta y la leyó llegando a la misma conclusión.

—Pues sí. Desalojo las reservas, le encomendó una misión a su única hija mandándola lejos de ella, mando sus regalos y una carta donde te dice que no la busques y que vivas. Tiene todas las características de una despedida.

—¿Pero qué piensa hacer?

—Suicidio. Piensa acabar ella misma con su vida o ir a Groenlandia a enfrentar a Adrien, que para el caso ambas son la misma cosa.

—¡Si! Ira a Groenlandia, ira al Gran Magistrado, aquí lo dice, dice que no te siga... a ti.

—No, ahí me llama "tu idiota amigo".

—Y Geenebra te dijo que ellos iría por la Madre de Todos, te dijo que Adrien supone que la Madre querrá ir a verlo para...

—Para castigarlo.

—Y si a Adrien lo castigara por jugar al rey del mundo y matar a sus hermanos, ¿Qué crees que le hará a Aleenah si en un día asesino a cientos de vampiros?

—A miles quizá, Geenebra dijo que los que habitaban en Groenlandia están todos muertos.

—¡Hay que vaciar ese avión, necesito partir ahora mismo a Groenlandia!

—¿Estás loco? Aleenah te dice ahí claramente que no vayas, que te quedes.

Deeline veía a los dos vampiros desde lejos hablando cada vez más acaloradamente, se moría por ir a ver de qué se trataba su discusión pero debía asignar hogares a los refugiados e inspeccionar el contenido del avión.

—Debo de llegar allá, convencerla de que huyamos o convencer a la Madre de Todos de que no la mate.

—Dices las cosas como si hablaras de personas normales, de humanos corrientes. A Aleenah jamás la convencerás de huir, es una perra con demasiada convicción; y a la Madre de Todos, si las leyendas son ciertas (que al parecer lo son todas), no hay forma de que la hagas cambiar de opinión con respecto a castigar a sus hijos por el genocidio de sus hermanos. Y no te ofendas pero tu único don es el uso de la burocracia.

—Está bien... entonces vayamos los dos.

—¡¿No escuchaste nada de lo que dije?!

—Lo escuche y no me importa, no dejare sola a Aleenah. Sé que se podría decir que no la conozco, y que más de una vez me ha abandonado a mi suerte, pero aunque así sea no puedo dejarla sola. Así que si me vas a ayudar ven conmigo, y si no, no trates de detenerme.

Ninguno de los vampiros se dio cuenta de que Deeline estaba cerca y que había alcanzado a escuchar la última parte de su conversación. La chica veía al suelo con tristeza mientras el viento jugaba con sus rizos.

Stellan la vio y en su rostro se dibujó una mueca de dolor, él no quería abandonar a Deep, pero tampoco podía dejar que su único amigo se fuera a probar suerte al fin del mundo.

Stellan le pidió a Carlos unas horas antes de partir, este de mala gana se las concedió. El vampiro se alejó un poco de la pista de aterrizaje de la mano de su joven amante.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora