CAPITULO 30 La diosa sin nombre.

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Nore lloraba acostado en su cama, en una apretada posición fetal, Deeline lo abrazaba por la espalda tratando de consolarlo. Él sabía que su madre se encontraba con Aleenah y lo que estaba haciendo y no importo cuanto tocaran a su puerta, ella no les abriría. Geenebra saldría de aquel departamento convertida en una vampiresa.

Fueron ocho los días que Geenebra estuvo revolcándose, gimiendo, sudando y llorando de dolor en la cama de Aleenah. La mujer humana no pensó que aquello fuera a doler tanto que por momentos sintiera que su dolor trascendía lo físico y rasgaba lo más profundo de su alma, llegando a creer por momentos que enloquecería por el sufrimiento; y su creadora tampoco creyó que la transformación de su hija fuera a durar tantos días ni que fuera a ser tan agresiva.

Aleenah conocía lo antecedentes de varias transformaciones, sabía que entre más el cuerpo estuviera contaminado con cualquier cosa, ya fueran medicamentos, infecciones, enfermedades o drogas, más dolorosa seria; y por el contrario, si el cuerpo estaba limpio, sano y en óptimas condiciones, la transformación seria rápida y casi sin síntomas molestos, a excepción de un par de días tolerando vómitos y desechando restos de alimentos, una poca caída de cabello y piel muerta que sería sustituida por la lozana y lisa piel que caracterizaba a los vampiros; nada demasiado molesto ni duradero.

Y así esperaba Aleenah que fuera la transformación con Geenebra, algo tranquilo y sin muchos sobresaltos, ya que ella había sido siempre una mujer sana, su expediente lo reflejaba, pero al parecer el haber tomado toda su vida los suplementos de alguna manera también se podía considerar como contaminación para su cuerpo. El olor que despedía el sudor y los vómitos de la mujer le recordaban el olor de la leche agria y a los huevos podridos, que su madre le hacía tirar lejos de la casa donde vivía cuando niña.

Por esos largos ocho días Aleenah estuvo llevando a Geenebra hasta la regadera para que expulsara todos sus desechos, arrepintiéndose muchísimo de no haber diseñado su departamento con un retrete, pero cuando hizo los planos de esos departamentos no lo creyó necesario ya que ese aparato no le era útil a ella. Estuvo también calmando sus fiebres con toallas húmedas y metiéndola en la tina cada que la fiebre no cedía con las compresas frías; Aleenah sabía que la fiebre ya no le afectaría a nivel cerebral como a los demás humanos, pero desde el momento en que le dio a beber su sangre el Lazo entre ellas se hizo notar, el sufrimiento de Geenebra no le podía pasar desapercibido a su creadora, cada que la mujer se retorcía de dolor, ahora su hija, ella lo sentía. Se había convertido en madre ella también.

Los últimos dos días fueron los más tranquilos de algún modo. Geenebra aun gemía o lloraba en sueños pero ya convulsionaba muy poco y había dejado de vomitar, dormía la mayoría del tiempo, y esto le dio a Aleenah tiempo para reflexionar en todo lo que se había removido en su mente al momento de la conversión de su hija.

Aleenah se encontraba descansando en un sillón junto a su cama, ahora ocupada por Geenebra, la veía atentamente, estudiándola a detalle, su cabello, su piel, sus uñas, incluso sus pestañas ya eran las de un vampiro, solo le faltaba reaccionar a su nueva vida y empezar a vivirla. Fue entonces cuando recordó el olor del otoño, la luz cálida en las mañanas en primavera, la textura de la nieve acumulada sobre la cerca de madera de su casa en el invierno, todos aquellos detalles de su infancia y adolescencia, que incluso en el momento que ocurrieron le pasaron desapercibidos.

Recordó también algo que parecía haber olvidado al momento de haberlo vivido, algo que se había quedado enterrado en lo más profundo de su mente, recordó a un niño pequeño que lloraba ante el cuerpo inmóvil de su madre, era más que un recuerdo porque no era un recuerdo suyo, era el de alguien más, pero aun así era como si ella hubiera estado ahí, de pie al lado del niño pero siendo invisible para todos los demás, ya que no solo la madre del niño estaba en el suelo obviamente muerta, si no que había muchísimos más cadáveres alrededor y gente caminando entre ellos, en aquel recuerdo tan vivido también vio a una mujer que levantaba al niño de donde se encontraba llorando y lo consolaba a la vez que le susurraba al oído: "Ahora yo seré tu madre". Inmediatamente el niño se convirtió en un joven que se encontraba de rodillas sobre la cama de la mujer que lo había adoptado anteriormente, ella dormida profundamente, dando casi el aspecto de estar muerta, el joven la veía con una espeluznante mezcla de admiración, amor enfermizo, celos y envidia, no parecía que le fuera a hacer daño, pero si la envidiaba demasiado, tanto como para debatirse entre el amor y el odio. El joven había crecido un poco más, ahora estaba de rodillas ante su madre, de la Madre de Todos, era Adrien o Arie como lo llamaban en aquel entonces; él solo llevaba sus ropas en la parte inferior de su cuerpo, su torso estaba desnudo, era bello, tanto que rosaba en lo divino pero aun así se notaba en su rostro un atisbo de vergüenza, la reina se había quitado su velo negro que le cubría desde la coronilla hasta la cintura, símbolo de su eterno luto autoimpuesto, y ahora su rostro estaba al descubierto, veía a su hijo con atención para después decirle: "Eres hermoso y yo hare que seas hermoso por siempre", después de decir eso la reina separo sus labios como si quisiera tomar una gran cantidad de aire, tenso solo un poco su quijada y ocho colmillos tan afilados como mortales crecieron en su boca, cuatro en la hilera superior de su boca y cuatro en la inferior. Arie abrió sus ojos y su boca con inmenso miedo y admiración, entonces la reina se inclinó, paso su brazo por detrás se la espalda del joven, levantándolo con suavidad, con una facilidad inhumana, como si careciera por completo de peso alguno, hasta poner el suave cuello del joven a la altura de su boca. Aleenah sintió los colmillos en el cuello de Arie como si de ella se tratara, o más bien como si ambos estuvieran conectados por medio de aquel recuerdo, incluso pudo escuchar la piel crujir cuando los colmillos rompieron capa por capa hasta llegar a la anhelada vena de la cual succionaría la sangre hasta drenar a su futuro hijo.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora