CAPITULO 21

51 18 4
                                    

Tres poderosos vampiros se encontraban en su enorme y ridículamente cómoda sala, bebiendo sangre y conversando de cosas totalmente sin importancia, completamente ajenos al caos que se desataba en el mundo mientras ellos conversaban sobre que nuevas cosas deberían mandar traer para decorar sus habitaciones, cuando tres enormes pantallas descendieron del techo sin que nadie las activara. Cada una de las pantallas mostraba la situación actual de cada una de las tres zonas del mundo (zonas A, I y E), en imágenes constantemente cambiantes y desconcertantes.

Los tres vampiros miraron más que sorprendidos las imágenes, ninguno de los tres podía creer que eso estuviera pasando. Soldados desconocidos atacando a vampiros en las instalaciones de gobierno alrededor de todo el globo, disparando a matar con sustancias desconocidas pero que claramente los aniquilaban al instante. En cuanto Adrien se recuperó de la abrumadora sorpresa, levanto el teléfono para llamar a la central de comunicaciones del edificio, pero quien contesto del otro lado de la línea no fue ningún operador de servicio, fue Aleenah.

—Aleenah Saint, ¿en qué puedo servirle? —Contesto en tono jovial.

—¡Maldita perra desgraciada, has sido tú! ¡Zorra malagradecida! ¡Debí dejarte morir, debí matarte yo mismo, ojala nunca hubiera...!

—¿Hubieras qué? Vamos, dilo, dilo frente a tus adoradas hijas, dilo fuerte y claro. Ojala nunca hubieras hecho... ¿Qué?

Adrien vio a las dos vampiresas aterradas frente a él, respiro profundamente y cambio su expresión de desesperación mezclada con furia por una de total calma, dibujando una enorme sonrisa totalmente nerviosa y falsa.

—Cariño, solo tú estás furiosa con nosotros. Lo sé, sé que jamás te hemos tratado con el respeto que mereces, pero compréndenos, solo somos niños inmortales jugando en este gran parque de diversiones. ¿Sabes? Seré un buen chico y te daré una semana entera para arreglar este problemita. No me importan los vampiros muertos, ya veremos cómo sustituirlos, sé que muchos estarán felices de crear a algunos hijos nuevos. Tu solo reorganiza al ganado y regresa a casa, te prometo que las cosas serán distintas.

—No.

El rostro de Adrien se tensó aún más y sus hijas temieron más, jamás habían visto que alguien se revelara contra Adrien, ni que alguien lograra alterarlo de esa manera.

—¿A qué te refieres con "no"? —Dijo aun tratando de conservar la calma.

—A eso, a que no hare lo que me pides, a que jamás volveré a hacer lo que me pides.

—Es solo una rabieta, una bastante grande, y te perdonare. Siempre has sido un soldado fiel, creo que es muy justo una rabieta de esta magnitud cada mil años. Ven conmigo, ven a casa y hablaremos.

—Claro que volveré a casa, claro que arreglare todo esto, pero no de la manera que tu esperas, y no volveré para estar contigo... y por supuesto que esto no es una rabieta. Esto es el fin, tu fin.

—¡¡PERRA DESGRACIADA!! —Grito Adrien poniéndose de pie y golpeando el auricular contra la mesa de cristal frente a él repetidas veces, hasta dejarla hecha pedazos. —¡¡Tú no puedes tocarme, no puedes dañarme, tú no eres nadie!! ¡¡YO SOY TU DUEÑO, ME PERTENECES!!

—Ya no más. Te sugiero que estés atento al mensaje que emitiré en unos momentos más, lo encontraras bastante interesante.

Diciendo esto Aleenah termino la llamada y Adrien frustrado por la impotencia estrello el teléfono contra el suelo y aplastándolo repetidas veces con su pie hasta destrozarlo por completo. Al final exhalo hasta dejar sus pulmones vacíos por completo con la finalidad de sacar un poco de presión de su cuerpo, y regreso a tomar asiento en el medio de sus hijas, las cuales se encontraban más que incomodas y temerosas.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora