CAPITULO 18

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Después de conversar con Adrien, la mente de Eydis quedo en blanco por unos minutos, tal como si sus pensamientos se hubieran congelado, su mirada se había quedado fija en la puerta cerrada frente a ella; siempre se había sentido y sabido utilizada por Adrien, sabia también que ella no era su favorita, que siempre le había tenido especial favoritismo a Hecate a pesar de que ella había sido su primera hija, pero en realidad eso no le molestaba; Adrien le había dado una vida a la cual ella ni siquiera aspiraba a soñar.

Cuando mortal, Eydis era una harapienta mujer que vivía en una playa siniestra y solitaria, nadie se acercaba a la playa de la bruja de la isla, como la llamaban los niños de aquel lugar, los mismos que se retaban entre ellos para ir a tirar piedras a la choza de Eydis y a ella misma cuando la veían pescando. Los adultos no eran mejores con ella, se negaban a venderle alimentos o cualquier cosa aunque tuviera el dinero suficiente, pero eso en realidad no la limitaba, ya que esos mismos que la apedreaban y la insultaban, eran los mismos que en una necesidad se escabullían por las noches hasta su choza para pedirle algún favor; ya fuera que les ayudara a curar enfermedades y heridas muy graves o a encontrar algo de valor perdido, saber si sus esposos los engañaban, querer embarazarse, querer deshacerse de sus enemigos o simplemente (y lo mas común) querer hablar con los muertos.

El padre de Eydis había sufrido y gozado de la misma suerte, el también gozaba de los favores que los espíritus pueden brindar, también fue rechazado por la gente de la isla, pero también había aprendido a sacar ventaja de ello. Eydis aprendió de su padre a cobrar altos precios por las necesidades de las personas, así podía obtener alimentos, suministros y animales, pero lo más importante, obtenía el miedo y los secretos de las personas.

Cuando el padre de Eydis murió, ella solo tenía 14 años, era una niña aun y con sus pequeñas manos tuvo que cavar la tumba de su padre, y colocar roca por roca sobre de él, pero la jovencita no se quedaría sola. Si bien jamás volvió a escuchar la voz de su padre, jamás volvió a conversar con él acerca del movimiento de la marea o jamás volvió a quedarse dormida escuchando sus canciones, otros empezaron a conversar con ella.

La primera noche que durmió sola la joven Eydis, mientras lloraba desconsoladamente, sintió que una suave briza le rozaba la frente, mientras un arrullo consolador iniciaba.

—¿Quién está ahí?

Pregunto asustada la jovencita, ya que nadie se acercaba a su choza a menos que tuvieran algún trabajo para su padre, pero al saberse sola tuvo miedo de las personas por primera vez. Pero no había nadie, Eydis tomo valor y se asomó a la puerta maltrecha de la choza, la abrió y se dio cuenta de afuera tampoco había nadie, cuando se dio la vuelta para entrar la misma suave briza le rozo el hombro de nuevo, y girándose despacio volvió a hablarle a la nada.

—¿Quién está ahí?

Entonces una briza formo un pequeño remolino en la arena de no más grande que un niño pequeño.

—Sabemos que Saga ha muerto, hemos dejado de ver su luz y por fin vimos su rostro en este lado del manto. Ahora tu luz es la más grande; tu padre nos ha dicho que te sigamos y que te cuidemos de los males del mundo.

—¿A mí? Pero... ¿Por qué jamás había escuchado sus voces?

—Porque seguimos a la luz más grande, y antes esa era la de tu padre. No temas, te cuidaremos hasta el día que mueras.

Y los espíritus cumplieron, la llenaban de regalos y la sanaban cuando estaba enferma, le facilitaban la pesca, hacían que los isleños creyeran que tenía poderes como los de su padre, le ayudaban a hacer los mismos trabajos que hacia su padre. En compañía de los espíritus Eydis jamás se sintió sola ni desprotegida, con ellos estaba segura.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora