CAPITULO 35

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Stellan escucho con atención las razones de Geenebra para querer ver a su madre, eran razones muy válidas, pero que, justo como Deeline había dicho, era solo engañarse a sí misma.

—Por supuesto que puedo hacer lo que quieres, ¿pero qué ganaras?

—¡Su perdón!

Hasta ese momento Geenebra mantuvo la cabeza agachada, pero al alzarla Stellan pudo ver las abundantes lágrimas de sangre que corrían por su rostro, dolorosas lágrimas que todo ese tiempo desde la muerte de Serha había estado reprimiendo.

—Debes entender que eso no es real, es una ilusión, sería falso, sería una mentira. —Stellan se levantó con toda la intención de irse de aquel lugar. —Para eso no me necesitas, solo imagina que ella te perdono por lo que sea que creas que mereces ser perdonada y estará listo.

Geenebra al ver que daba su primer paso para salir de aquel lugar se apresuró a detenerlo parándose justo frente a él obstruyéndole el paso.

—¡No entiendes! Si lo haces tú, con tu don, —Geenebra lo señalaba con el dedo índice golpeando en el pecho de Stellan, desesperada y con el rostro lleno de sangre. —quedara en mi mente como un recuerdo real, como lo de tu hogar que cuando recuerdo aquello es como realmente haber estado ahí.

—Búscate a otro ilusionista, dile a tu madre que te recomiende alguno.

—Los milenarios que vivían en Groenlandia están muertos todos, y los vampiros que quedan vivos seguro están devastando sus sub zonas o en camino a la cita con Aleenah allá mismo en el Gran Magistrado.

Stellan realmente no quería participar en aquella dolorosa farsa, pero tampoco podía negarse ante la pena de Geenebra. Así cediendo ante un viejo impulso Stellan abrazo a Geenebra; ella recordó esos abrazos de consuelo y quiso decir o preguntar algo, pero prefirió guardar silencio.

—Promete que jamás me pedirás un favor como este de nuevo. —Pidió Stellan sin soltar a Geenebra.

—Si haces esto por mi te prometeré lo que quieras.

Stellan veía a los ojos a Geenebra, buscaba un poco de arrepentimiento o duda pero no lo encontró, ella estaba totalmente convencida de que eso era lo que su alma necesitaba. Tomándola de la mano la llevo hasta el comedor del departamento, tomaron asiento uno frente al otro.

—Debo tocarte para que esto sea más vivido, ¿eso es lo que quieres no, que sea vivido? —Geenebra asintió de inmediato repetidas veces. —Dame tu brazo izquierdo.

Geenebra le extendió el brazo indicado y Stellan comenzó a buscar un punto específico en la parte interna de este, uno donde la piel fuera más delgada, suave y sensible.

—¿Es el izquierdo porque es el lado del corazón?

—No. Es porque soy diestro y quiero estar cómodo. Geenebra, no sé qué es lo que creas, pero esto no es tan místico como parece. —A Geenebra se le vino a la mente la imagen de la Madre de Todos desmembrada y esperándola en su tumba secreta, y pensó que si algo era místico y mágico en el mundo eran ellos mismos. —Ahora acércate un poco más y déjame tocar el costado de tu rostro. —Al poner su mano sobre el rostro de Geenebra, Stellan no pudo evitar recordar aquel fugaz romance, pero rápidamente volvió en sí y continúo con su labor. —Ahora solo empieza a recordar a tu madre y yo me encargare de lo demás.

Geenebra estaba nerviosa, la última vez que había visto a su madre esta estaba muerta con el rostro desencajado, tenía miedo de ver aquella escena de nuevo. Y por desgracia así fue.

Serha estaba atravesada sobre la cama y la cabeza le colgaba de la orilla de la misma con los ojos viendo a la nada y los brazos lánguidos a los lados, de su boca goteaban espesas gotas de los últimos restos de vomito. Geenebra empezó a hiperventilar, sin pensarlo se había llevado las manos al rostro y estaba a punto de gritar.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora