CAPITULO 41

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"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros"
Jean-Paul Sartre.


Carlos y Stellan llegaron por fin al Gran Magistrado. La nieve había cubierto el primer piso por completo y más de la mitad del segundo, solo se podía acceder por la azotea.

—Hemos llegado tarde. —Dijo Carlos al reconocer el avión de Aleenah. —La reina ya está dentro.

—Aún estamos vivos, quizá aún haya una oportunidad. —Respondió Stellan tratando de mantener la esperanza.

Ambos vampiros bajaron del avión lo más rápido que pudieron y tomaron el camino que el rastro de la reina les indicaba; era casi como seguir un aroma delicioso marcado por un hermoso camino
de flores que los llevaría posiblemente a una muerte que no deseaban.

Llegaron hasta donde estaban aquellos vampiros a los que buscaban y lo que encontraron los abrumo; Eydis y Hecate medio muertas dentro de horrendas jaulas, Adrien casi comprimido contra el piso emitiendo una dolorosa y estridente carcajada, Aleenah con el rostro ensangrentado y Nore de rodillas frente a ella con la respiración acelerada, los pequeños puños cansados llenos de sangre, y una mirada furiosa. Geenebra rogándole a su hijo que no la golpeara más y la inesperada presencia de Jacks que la sujetaba diciéndole que dejara que el niño tuviera su momento de desahogo. Aquello le pareció más que una locura a Stellan.

—Nore, hijo mío, para ya. Tenemos compañía. —Dijo con calma Iyali, entonces Nore respiro profundamente para recuperar el aliento y volver al lado de Deeline, que lo recibió con un comprensivo abrazo.

Carlos sin saber bien lo que hacía se acercó a la reina.

—Madre de Todos, —Dijo poniéndose de rodillas. —he venido hasta aquí para rogar por la vida de Aleenah Saint, solo me gustaría llevarla conmigo y le prometo que jamás volverá a ver nuestros rostros ni a saber de nosotros.

Iyali sonrió con ternura, se acercó a Carlos, toco con gentileza su rostro para que alzara la vista e indicarle que se pusiera de pie.

—Carlos Navarro, hijo mío, conozco el apego que sientes por tu hermana Ania, —Carlos al principio no reconoció aquel nombre, pero no tardo en relacionarlo con la el nombre que estaba en la carta que Aleenah le había enviado junto con las provisiones y los nuevos refugiados; ese era el nombre de nacimiento de Aleenah. —sé que tu amor por ella va más allá de cualquier hecho o decepción, pero no la dejare ir contigo.

Stellan temeroso de que Carlos pudiera decir algo inapropiado o que la reina actuara contra ellos, decidió tratar de acercarse a la Madre de Todos para hacer la única jugada que tenía preparada; solo necesitaba un segundo, un pequeño instante, una sola oportunidad, solo debía tocarla, con poner un solo dedo sobre su piel le bastaría para encerrarla en ilusión el tiempo suficiente como para que Carlos tomara a Aleenah y huyeran del lugar... solo necesitaba un segundo.

—Madre de Todos, —Dijo Stellan inclinando la cabeza y mostrando las palmas de sus manos juntas y vacías, dando un aspecto de total sumisión. —estamos a sus órdenes y a su disposición, solo deseamos...

—Stellan Strand, ¿en serio creías que esto funcionaria? —Iyali lo miraba a los ojos, Stellan estaba atónito. —¿De verdad creíste que me dejaría encerrar en una ilusión? Soy tu madre y conozco tu mente mejor que tú mismo.

—¡Enséñales cuan idiotas son, madre! —Grito Adrien en medio de molestas carcajadas.

Stellan desesperado y tratando de no pensar mucho para tratar de tener algo de ventaja, bajo una rodilla hasta el piso y planto ambas manos en el suelo concentrándose con todas sus fuerzas en la habitación en la que estaba y en sus ocupantes, concentro todas sus fuerzas y logro encerrar a todos en una visión grupal, algo que jamás había siquiera considerado en intentar.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora