Era de madrugada cuando Geenebra escucho el teléfono sonar dentro de su bolso, rápidamente salto de su cama y dando tropiezos por la reducida habitación, saco el aparato y deslizo el dedo por la pantalla para hacerlo callar, mas no contesto a la llamada hasta que estuvo en el patio, a salvo del oído de su madre.
—¿Por qué rayos no me contestas, idiota?
—Es de madrugada, todos están dormidos y esto suena demasiado fuerte, tenía que salir primero de la casa.
—Como sea... ¿Cuántos reclutados llevas?
—Más de la mitad de los que pediste, casi siete mil
Apenas habían pasado dos meses desde que Geenebra empezó a cumplir las órdenes de Aleenah, pero al parecer la gente había quedado demasiado furiosa o al menos inconforme con la reubicación de tantas personas, y las cosas que decía Geenebra en las reuniones avivaba el fuego de ese inconformismo.
—Siete mil personas... —Aleenah se escuchaban satisfecha por teléfono, no lo dijo, pero a su modo lo estaba, consigo misma y con Geenebra. —¿Crees que puedas juntar a 20 mil donantes?
—Eso es el doble de lo que me habías pedido, eso es casi la cantidad entera de donantes de la sub zona.
—Sí, así es. Y más vale que trates de reunirlos, recuerda que tu familia y tu querido dirigente están en juego, y que si todo sale como yo lo planeo, serás muy bien recompensada.
—No me interesan tus recompensas, solo quiero que mi familia este a salvo y un verdadero bien mayor para todos.
—Lo habrá, créeme que lo habrá. Las cosas serán como jamás las has visto.
—Aleenah. ¿Seremos libres de verdad?
—Claro. Tú, tu familia y Stellan, serán libres.
—Me refiero a las demás personas, los que quieres que reúna, los que están creyendo en esta rebelión, ¿ellos serán libres también?
Libertad. Un tema complejo para alguien que había sido un soldado su vida entera, ya fuera por venganza, por necesidad o por placer. Libertad es algo que en realidad Aleenah jamás había tenido y que también deseaba experimentar al menos una vez en su vida; ser dueña de su vida, de su destino, sin rendirle cuentas a ningún montón de monstruos, aunque a la vez ella se haya vuelto uno de esos monstruos también.
—De una manera u otra lo serán. —Respondió la vampiresa después de meditar un segundo o dos, y sonando un poco melancólica. —¿Quieres jugar al Moisés y liberar a tu pueblo? me parece bien, solo recuerda que ni tu ni yo escribimos el destino, solo podemos planear y esperar.
—¿Quién es Moisés?
—Aghh... idiota, pregúntale a Stellan.
Aleenah termino la llamada con Geenebra, dejándola con la interrogante de si en realidad las personas volverían a ser libres, de si algún día las personas andarían por las calles como las personas de las películas de Stellan, decidiendo su día a día, a quien amar y como vivir.
Después de quedarse un rato viendo el cielo nocturno, la mujer entro de nuevo a su casa, y se dio cuenta de lo pequeña que esta era, después de muchos años de vivir en el mismo lugar, se dio cuenta de que los habitantes vivían en espacios realmente reducidos; fue hasta el refrigerador y ahí también noto lo mismo. Ella igual que todos los habitantes, tenía que ir a diario por su ración de suplemento y agua, ir y dar las cuotas de sangre. ¿Porque no podía tener más? Más espacio, más agua, más suplemento... o mejor aún, ella deseaba esas llamadas "comidas", eso que la gente de las películas ponía en platos, y esos líquidos de colores que ponían en vasos. Geenebra se dio cuenta de que eso que ella y todos los habitantes vivían no era vida, era una cárcel sin rejas, una cárcel de la cual debían liberarse.
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En los tiempos del caos.
VampirEl hombre fue el depredador del hombre; el agua se estaba convirtiendo en veneno y la población mundial disminuía día con día, el dinero de los poderosos no fue más que papel sin valor y ellos solo un puñado más de gente desesperada por un plato de...