CAPITULO 10

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La noche había caído en Segovia, y un joven tembloroso de pasos erráticos hacía sonar sus gastadas botas sobre las calles mojadas de la ciudad. Sin rumbo, sin hogar fijo y con una sed que le partía el alma en mil pedazos, mientras, se torturaba pensando que hacia menos de un mes su vida era quizá igual de incierta, pero sin duda más sencilla y que jamás la había apreciado.

Carlos Navarro era un joven que toda su vida había vivido al día, ganándose su techo y su pan, sin depender de nadie más que de sus propias capacidades y cualidades. A veces trabaja en la construcción, otras veces como mesero, y en muchas otras ocasiones, complaciendo a señoras solitarias y deseosas de sentirse jóvenes y sensuales una vez más.

Una noche, estaba sentado a la barra de un bar, esperando a nadie ni a nada en especial, bebiendo una cerveza barata (la única que podía pagar), cuando una joven con semblante enfermo y sudorosa se le acerco. Carlos de inmediato pensó que la chica estaba drogada.

—Oye, ¿te gustaría venir conmigo?

Pregunto la chica temblorosa y bastante ansiosa.

—No, gracias. En lo que sea que estés metida no me interesa.

Carlos apuro lo que le quedaba de su cerveza y se puso en pie con la intención de retirarse, él no era de los hombres que buscaba problemas, más bien los evitaba a toda costa.

—¡Espera! —Dijo la chica de malísimo aspecto, tomando del brazo a Carlos para detenerlo y haciéndolo voltear a verla extrañado por la insólita cantidad de fuerza que tenía la chica. —Tengo dinero, solo ven a pasar conmigo la noche. —Dijo la chica soltándolo y luciendo apenada y ansiosa otra vez.

La chica le mostro a Carlos su bolso, el cual estaba lleno de billetes arrugados pero que se alcanzaba a ver que eran de alta denominación. Carlos pensó que podría ir y pasar un par de horas con ella, nada malo le podría pasar si solo era una chica drogada, quizá hasta la podría despojar de todo el dinero que cargaba, así que después de meditarlo un momento decidió irse con la chica.

Para sorpresa de Carlos, la chica conducía un auto en muy buenas condiciones, y hasta que estuvo dentro con ella, se dio cuenta de que ella también vestía bastante bien, solo su aspecto era deplorable.

—Oye, ¿qué te andas metiendo?

Le pregunto Carlos a la chica.

—¿A qué te refieres?

—Si quieres no me digas, pero se nota que andas volando.

—No estoy drogada... solo tengo mucha hambre.

—¿Entonces porque no paramos a comer algo?

—Eso hare.

Carlos se quedó esperando que pararan en algún restaurante de comida rápida o algo parecido, pero en su lugar se detuvieron a las puertas de un hotel de paso. La chica bajo del auto y a Carlos no le quedo más opción que seguirla; al parecer la chica ya tenía una habitación rentada, ya que solo fueron en busca de su habitación sin siquiera voltear a ver al tipo detrás del mostrador. Al abrir la puerta del cuarto, un olor extraño lo recibió, un olor a mugre, desperdicios y desechos.

—Oye, como que el servicio de limpieza no pasa por aquí muy a menudo, ¿no?

—Llevaba encerrada aquí dos días. —Contesto la chica desde el pequeño cuarto de baño, donde se refrescaba la cara mientras respiraba apresuradamente. —Estuve... enferma, hasta hoy pude ponerme en pie.

A Carlos le interesaba poco o nada lo que a la extraña chica le pasara, solo quería ganarse su dinero rápido y retirarse de aquel lugar. Después de echar un ojo a la habitación, Carlos se quitó la gastada chaqueta y la dejó sobre una silla, después se dejó caer sobre la revuelta cama.

En los tiempos del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora