Geenebra estaba de pie frente al pizarrón señalando varios puntos de ortografía básica y diciéndoles a sus alumnos que pusieran especial atención en ello porque sería parte de su próximo examen, cuando el teléfono sonó dentro de su bolso. Los niños de inmediato voltearon hacia el escritorio de su educadora, ellos jamás habían escuchado un sonido como aquel, así llenando a su maestra de preguntas. Geenebra no podía responderles, así que solo tomo su bolso y corrió a los servicios del plantel, diciéndoles a sus alumnos que no tardaría en volver.
—¿Sabes en los problemas que me metes cada que llamas? Deberíamos establecer un horario para hablar.
—Al demonio eso, ya no hará mas falta. Debes ir con Stellan, el podrá ayudarte con lo que sigue en el plan.
Aleenah por fin le indico el día del golpe de estado, pero Geenebra debía estar lista, ella y su familia.
Geenebra después de hablar con Aleenah, regreso a su salón de clases, al principio a los niños solo les interesaba que era lo que había sonado en el bolso de su educadora, pero con un poco de disciplina el tema quedo de lado.
Al salir del plantel Geenebra fue hasta las oficinas de Stellan; el cual tiempo atrás le había dado otro pase al edificio, esto le facilito muchísimo la entrada, aunque no dejaba de ser algo realmente inusual para los vampiros que ahí trabajaban el ver desfilar a una habitante cualquiera entre sus pasillos.
Al llegar Geenebra a la puerta de la oficina de Stellan y Carlos, sintió el impulso de querer entrar intempestivamente, pero al ser ya el punto de atracción para los ojos de docenas de vampiros, se obligó a tomar las cosas con la mayor calma posible y regularizar su respiración como su andar y tocar a la puerta de la oficina con la cortesía adecuada.
Cuando Carlos abrió la puerta y la mujer humana ya estuvo dentro, fue como si sus piernas perdieran toda la fuerza y simplemente se dejó caer al suelo, todo lo que sentía dentro no la dejaba hablar, y ambos vampiros la miraban atónitos.
—¡¿Geenebra, que te pasa?! —Preguntaba Stellan ya alarmado, pero Geenebra aún no podía contestar, solo miraba al suelo con los ojos desorbitados, con las palmas de sus manos bien abiertas en total contacto con el suelo, era como si temiera perder el piso y caer en un abismo.
—¡Lee su pensamiento! —Sugirió Carlos enfáticamente.
—¡Yo no leo la mente, puedo hacer otras cosas, pero eso no!
—¡¿Entonces de qué diablos te sirven tus dones si no son prácticos?!
Stellan vio a Carlos reprobatoriamente, pero lamentablemente en ese momento tenía razón.
La visión de Geenebra tan alterada y sin saber porque aturdía a Stellan, entonces el vampiro pensó que si no podía él ver en sus pensamientos, haría que ella viera algo que la tranquilizara.
Stellan recordó uno de los momentos más bellos de su juventud, cuando aún era un humano, cuando era libre de cualquier atadura, y transporto la mente de Geenebra hasta allá.
Stellan estaba pescando y su padre estaba buscando liebres o algún ave que cazar para la cena; mientras Stellan esperaba que algún pez mordiera su anzuelo, tallaba un caballito en un trozo de madera con su navaja. Geenebra lo veía a lo lejos, entonces reparo en su vestimenta, ya no estaba usando la ropa que el Gran Magistrado enviaba para los habitantes, aquellos conjuntos en gris claro o en negro, no, ahora vestía un cómodo vestido azul con magas blancas y unos bellos collares de cuentas, de lado le caía el cabello en una gruesa trenza y en sus labios sentía un sabor dulce, y saboreándolo se acercó hasta Stellan y con confianza se sentó a su lado.
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En los tiempos del caos.
VampireEl hombre fue el depredador del hombre; el agua se estaba convirtiendo en veneno y la población mundial disminuía día con día, el dinero de los poderosos no fue más que papel sin valor y ellos solo un puñado más de gente desesperada por un plato de...