El camino de salida del Gran Magistrado parecía más sencillo, la parte en la que arriesgaban sus vidas ya había pasado.
Nore iba por su propio paso de nuevo, todo estuvo de lo más normal después de despertar de aquella siesta. Deeline seguía molesta por no poder huir ahora que todo estaba en calma. Geenebra con fuerzas renovadas sentía paz, sentía una dulce tranquilidad y sabía que era por haber cumplido la encomienda de Aleenah y también por estar ahora bajo el ala de la Madre de Todos; justo como Adrien le había dicho, "A ella no nos une un lazo, a ella nos une una cadena... Esa cadena nos mantiene corriendo a ciegas y haciendo estupideces", aunque hasta ahora no creía estar haciendo ninguna, solo estaba llevando a la Madre a donde ella deseaba y cargando un baúl con algunas de sus pertenencias, entre ellas esa extraña corona.
Llegaron al vestíbulo, e Iyali vio la base despedazada donde había estado su estatua.
—Siempre odie esa estatua. Yo no nací para ser un ídolo, no nací para ser una diosa ni una reina. Yo solo debía agradar a los espíritus, dejar que ellos trabajaran por medio de mí y luego halagarlos con mi muerte...
Iyali divagaba, su mirada estaba perdida en el vacío que su estatua había dejado. Esto a Deeline le daba escalofríos y no se esforzaba por disimularlo.
Geenebra con más precaución que delicadeza rozo el brazo de la Madre para indicarle por donde estaba la salida.
—Claro, debemos irnos. —Dijo al reaccionar. —¿Hiciste lo de la aguja? Siempre odie eso, una tontería si me preguntas. Con una puerta común hubiera bastado, pero mi hijo tiende mucho al dramatismo.
Caminaban por los pasillos de las catacumbas, cuando Geenebra iluminando el camino con su lámpara noto que la Madre de Todos seguía con los pies desnudos y ahora llenos de polvo. Excentricidad más que descuido, pensó Geenebra.
Al salir de la capilla al exterior, un cielo nocturno lleno de estrellas los cubría. Iyali al verlo sonrió, extendió los brazos al cielo y empezó a girar emitiendo una sonora carcajada de felicidad, la ligera tela de su vestido se inflaba con sus movimientos, de alguna manera las dos vampiresas y el niño humano se contagiaron de su felicidad y empezaron a reír también, pero todo termino cuando la reina empezó a volar de nuevo sin parar de girar, sus pies se separaron del piso y se elevó tanto que a los de abajo empezó a parecerles pequeña.
Allá a unos quince metros arriba de Geenebra y los niños, la reina seguía riendo atronadoramente y girando feliz, de repente el cielo se empezó a nublar y una fina llovizna callo, la cual rápidamente se convirtió en una lluvia que apenas los dejaba ver. Los niños por instinto se abrazaron a Geenebra en el momento en el que unos enormes rayos comenzaron a caer en la tierra; esta con dificultad miro hacia donde estaba la Madre de Todos y aterrorizada observo como los rayos más grandes no caían al suelo, sino que eran atraídos a su cuerpo y ella nos recibía como si de caricias se trataran.
Para los testigos de aquel fenómeno aquello duro horas, para Iyali aquello fue un fugaz instante. "Ella ve las cosas desde una perspectiva única", recordó Geenebra.
Cuando el terrible espectáculo termino, la lluvia desapareció, las nubes se fueron y la reina bajo con calma.
—Estoy feliz de ver el mundo de nuevo. Todo es tan hermoso como la última vez que lo vi.
—No creo que esto luzca como la última vez que lo vio. —Dijo Nore, que había visto demasiadas imágenes y videos de como lucia el mundo antes de que la humanidad destruyera todo antes del Gran Acuerdo.
—De hecho no, pero creo que todo luce mucho mejor. Salvaje, libre, sin límites de ninguna clase.
Deeline estaba cruzada de brazos, la veía con una mezcla de desconfianza y temor, la estudiaba.
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En los tiempos del caos.
VampireEl hombre fue el depredador del hombre; el agua se estaba convirtiendo en veneno y la población mundial disminuía día con día, el dinero de los poderosos no fue más que papel sin valor y ellos solo un puñado más de gente desesperada por un plato de...