Renuncia a la cátedra de retórica
2. Y me agradó en presencia tuya no romper tumultuosamente, sino substraer suavemente del mercado de la charlatanería el ministerio de mi lengua, para que en adelante los jóvenes que meditan no tu ley ni tu paz, sino engañosas locuras y contiendas forenses, no comprasen de mi boca armas para su locura. Y como casualmente faltaban poquísimos días para las vacaciones vendimiales, decidí aguantarlos para retirarme como de costumbre y, redimido por ti, no volver ya más a venderme.
Esta mi determinación era conocida de ti; de los hombres, sólo lo era de los míos. Y aun se había convenido entre nosotros no descubrirlo fácilmente a cualquiera, aunque ya tú a los que subíamos del valle de las lágrimas y cantábamos el cántico gradual nos habías proveído de agudas saetas y carbones devastadores contra la lengua dolosa, que contradice aconsejando y consume amando, como sucede con la comida.
3. Tú habías asaeteado nuestro corazón con tu caridad y llevábamos tus palabras clavadas en nuestras entrañas; y los ejemplos de tus siervos, que de negros habías vuelto resplandecientes y de muertos vivos, recogidos en el seno de nuestro pensamiento, abrasaban y consumían nuestra grave inercia, para que no volviésemos atrás, y encendíannos fuertemente para que el viento de la contradicción de las lenguas dolosas no nos apagase, antes nos inflamase más ardientemente.
Sin embargo, como por causa de tu nombre, que has santificado en toda la tierra, había de tener también sus panegiristas nuestra decisión y propósito, parecía algo de jactancia no aguardar al tiempo tan cercano de las vacaciones, retirándome anticipadamente de aquella profesión pública y tan a la vista de todos, para que, ocupadas de mi resolución las lenguas de cuantos me vieran, dijesen muchas cosas de mí y que había querido adelantarme al día tan vecino de las vacaciones de las vendimias, como si quisiera pasar por un gran personaje. Y ¿qué bien me iba a mí que se pensase y discutiese sobre mis intenciones y se blasfemase de nuestro bien?
4. Así que cuando en este mismo verano, debido al excesivo trabajo literario, había empezado a resentirse mi pulmón y a respirar con dificultad, acusando los dolores de pecho que estaba herido y a negárseme a emitir una voz clara y prolongada, me turbó algo al principio, por obligarme a dejar la carga de aquel magisterio casi por necesidad o, en caso de querer curar y convalecer, interrumpirlo ciertamente; mas cuando nació en mí y se afirmó la voluntad plena de vacar y ver que tú eres el Señor, tú lo sabes, Dios mío, que hasta llegué a alegrarme de que se me hubiera presentado esta excusa, no fingida, que atemperase el sentimiento de las personas que, por atención a sus hijos, no querían verme nunca libre.
Lleno, pues, de este gozo, soportaba con paciencia que transcurriera aquel período de tiempo, aproximadamente de unos veinte días; y lo toleraba ya con gran trabajo, porque se había ido la ambición que solía llevar conmigo este pesado oficio y me había quedado yo solo; por lo que hubiera sucumbido de no haber sucedido la paciencia en lugar de la ambición.
Tal vez dirá alguno de tus siervos, mis hermanos, que pequé en esto, porque, estando ya con el corazón lleno de deseos de servirte, aguanté estar una hora más sentado en la cátedra de la mentira. No porfiaré con ellos. Pero tú, Señor misericordioso, ¿acaso no me has perdonado y remitido también este pecado con todos los demás, horrendos y mortales, en el agua santa del bautismo?
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LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN
Non-FictionEs un libro autobiográfico de Agustín de Hipona, conocido también como san Agustín o, en latín, Aurelius Augustinus Hipponensis ,es un santo, padre y doctor de la Iglesia católica, llamado también el «Doctor de la Gracia» fue el máximo pensador de...