CAPÍTULO XVIII

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   El reconocimiento supone conocimiento

27. Perdió la mujer la dracma y la buscó con la linterna; pero si no la hubiese recordado, no la encontraría tampoco; porque si no se acordara de ella, ¿cómo podría saber, al encontrarla, que era la misma?

Yo recuerdo también haber buscado y encontrado muchas cosas perdidas; y sé esto porque cuando buscaba alguna de ellas y se me decía: «¿Es por fortuna esto?», «¿Es acaso aquello? », siempre decía que «no», hasta que se me ofrecía la que buscaba, de la cual, si yo no me acordara, fuese la que fuese, aunque se me ofreciera, no la hallara, porque no la reconociera. Y siempre que perdemos y encontramos algo sucede lo mismo.

Sin embargo, si alguna cosa desaparece de la vista por casualidad —no de la memoria—, como sucede con un cuerpo cualquiera visible, se conserva interiormente su imagen y se busca aquél hasta que es devuelto a la vista; el cual, al ser hallado, es reconocido por la imagen que llevamos dentro. Ni decimos haber hallado lo que había perecido si no lo reconocemos, ni lo podemos reconocer si no lo recordamos; pero esto, aunque ciertamente había perecido para los ojos, pero era retenido en la memoria.

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora