CAPÍTULO VIII

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        Estímulos saludables y secretos

12. Pero tú, Señor, permaneces eternamente y no te aíras eternamente contra nosotros, porque te compadeciste de la tierra y ceniza y fue de tu agrado reformar nuestras deformidades. Tú me aguijoneabas con estímulos interiores para que estuviese impaciente hasta que tú me fueses cierto por la mirada interior. Y bajaba mi hinchazón gracias a la mano secreta de tu medicina; y la vista de mi mente, turbada y obscurecida, iba sanando de día en día con el fuerte colirio de saludables dolores.

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora