CAPÍTULO XI

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Las dificultades de las Escrituras

21. Por otra parte, no creía ya que las cosas que reprendían aquéllos [los maniqueos] en tus Escrituras podían sostenerse. Con todo, de cuando en cuando deseaba sinceramente consultar cada uno de dichos lugares con algún varón doctísimo en tales libros y ver lo que él realmente sentía sobre ellos. Porque ya estando en Cartago habían empezado a moverme los discursos de un tal Elpidio, que públicamente habló y disertó contra los maniqueos, alegando tales cosas de la Sagrada Escritura, que no era fácil refutarle.

En cambio, la respuesta que aquéllos dieron me pareció muy débil, y aun ésta no la daban fácilmente en público, sino a nosotros muy en secreto, diciendo que las Escrituras del Nuevo Testamento habían sido falseadas por no sé quiénes, que habían querido mezclar la ley de los judíos con la fe cristiana, bien que ellos no podían presentar ningún ejemplo convincente.

Pero lo que principalmente me tenía cogido y ahogado eran las corporeidades que yo imaginaba cuando pensaba en aquellas dos grandes moles, que parecían oprimirme, y bajo cuyo peso, anhelante, me era imposible respirar el aura pura y sencilla de tu verdad.

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora