CAPÍTULO XLI

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   Recapitulación II: Dios es la verdad

66. Por eso consideré las enfermedades de mis pecados en su triple concupiscencia e invoqué tu diestra para mi salud. Porque vi tu esplendor con corazón enfermo, y, repelido, dije: ¿Quién podrá llegar allí? Arrojado he sido de la faz de tus ojos. Tú eres la verdad que preside sobre todas las cosas. Mas yo, por mi avaricia, no quise perderte, sino que quise poseer contigo la mentira; del mismo modo que nadie quiere decir la mentira hasta el punto que ignore lo que es la verdad. Y así yo te perdí, porque no te dignas ser poseído con la mentira.

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora