Capítulo 1- El señor Petulancia

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Ontario-Canadá, abril 2014

Me levanté pesadamente de mi cama estirándome como mi gatita Lucy cuando se acaba de despertar, estirando mis brazos y piernas al máximo, bostecé, miré el reloj al lado en mi mesa de noche y salí de aquella cómoda y suave superficie para darme una rápida ducha, alistarme e irme a la Universidad.

Hoy sería un día terriblemente largo. Tenía una semana sin conseguir trabajo. Mi antiguo empleo había cerrado por conflictos con el dueño y el encargado del pequeño restaurante. Al parecer; el último nombrado, debía una gran cantidad de dinero que había ocasionado la quiebra del lugar. Nadie se explica cómo es que se debía aquello. El punto es, que por ello me encontraba ahora; comprando periódicos para conseguir un nuevo trabajo.

Mi mejor amiga, Anne me había comentado sobre un puesto de recepcionista en una de esas empresas de gran categoría a media hora de mi pequeño apartamento. Pero no estaba segura de tomarlo. Aquello me llevaría más tiempo que mi antiguo trabajo, por lo que chocaría con mi universidad. Por otro lado, tenía el beneficio de un buen salario que me ayudaría a cubrir algunas deudas y gastos de primera necesidad.

La noche anterior, busqué por la internet el nombre de la dichosa empresa, que era muy renombrada por las calles <M.M Publicity Agency.> y lo que vi me dejó sorprendida. La elegancia que derrochaba aquel lugar, me abrumó ¿Cómo una chica como yo? Desgarbada, que la mayor parte del tiempo iba con ropa holgada y despeinada iba a entrar allí ¿Cómo podría entrar a una empresa como aquella? Además ¡No sabía absolutamente nada de publicidad!

-No tienes que saber exactamente demasiado, tú sabes tres idiomas distintos y tienes experiencia atendiendo a personas –Explicó mi amiga el día anterior- Además, será mientras consigues algo en tu ámbito.

-¿Qué tal si no quedo?

-Sólo ve a esa dichosa entrevista, y sé tú misma. Ya verás que si quedas.

-Pues seguro que no, pero ¿Has visto mis fachadas? ¡Parezco un espantapájaros! –Anne se carcajeó. Decía todo el tiempo que amaba como yo hablaba, pese a no tener acento por ser caraqueña, siempre sacaba alguna elocuencia que la hacía reír. Ella era mexicana y la verdad es que con ella me sentía mucho más cómoda en éste país. Era, de mis amigos, la única que hablaba mi idioma.

-Mira güera, eso tiene solución, un poco de ropa fina, maquillaje, secado y listo.

-No tengo ese tipo de ropa.

-¡Pero yo sí! –puntualizó sonriendo y alzando las cejas arriba y abajo con picardía. Coloqué los ojos en blanco, soltando un suspiro y asentí.

-Está bien, pero si no entro a la dichosa empresa, buscaré en la pastelería de la esquina.

-¿Con la vieja Rose? –Casi grito mi amiga- ¡No te lo permitiría!

-¡Vamos! ¡No es para tanto!

Rose era la dueña del local que se encontraba en la esquina, donde Anne y yo solíamos ir casi todos los días. Los postres eran deliciosos y adictivos, pero ciertamente la mujer era una energúmena, siempre andaba reprendiendo a los adolescentes alborotados que iban para allá. Corriendo a gente u ordenando con gritos a sus empleados.

Pronto me encontraba corriendo hacia la parada de autobús para tomar el de la hora que me dejara en la universidad. Por suerte para mí, llegué a tiempo y ahora me encontraba próxima a mi lugar de destino. Me coloco los auriculares y escucho mi adorada música hasta llegar al lugar. Me bajo y me adentro a la universidad para dirigirme a mi primera clase. Anatomía, una de mis favoritas.

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