Capítulo 34- Un rayito de felicidad.

74 9 0
                                    

¡Ay Dios! ¡Otra vez no! me quedo un tiempo sentada en el váter con la tapa abajo y la cabeza bien inclinada hacia atrás. A penas me he adentrado en el baño, siento un cosquilleo en mi nariz hasta que comienzo a sentir como un líquido caliente y espeso corre por el ¡Otra vez sangrando! Intento resolver el asunto sin decirle a Matías. Quizá esté siendo un poco irresponsable, pero quiero disfrutar de éste viaje, con mi familia y amigos ¿Qué tal que sea el último?

Cuando el sangrado ha parado, me lavo la cara, cepillo mis dientes y me quito la ropa, enjuagando el vestido que le ha caído algunas gotas. Termino agotada por el esfuerzo y salgo para recostarme en la cama. Pero me detengo a mitad de camino cuando escucho la voz de Matías desde el pasillo.

-No tengo nada que perdonar. Si es todo, me disculpas...-Me quedo de pie para entender de qué se trata hasta que escucho la voz ronca de Ricardo.

-También quería decirte que eres un hombre muy fuerte. Yo...no sería capaz de soportarlo...tienes mucha suerte, pese a todo lo que está ocurriéndote, Rebeca es la mujer más hermosa, en todos los sentidos, que he conocido...En un momento envidié que estuvieras con ella, yo quería estar en tu posición. Pero ahora, viendo lo que están pasando, yo no sería un buen partido para ella. No sabría cómo actuar, como ayudarla....

Escucho toda la conversación que se da fuera de la habitación, en el pasillo, entre Matías y Ricardo. Me siento mal por escuchar la voz resquebrajada de Ricardo, y también todo lo que ha dicho. Y en cierto modo, me enorgullece la fuerza que tiene mi esposo para responderle de aquella manera, sereno, pese a usar palabras un tanto duras.

Me termino de recostar, sintiendo el dolor de cabeza cada vez más fuerte. Pocos segundos después, la puerta se abre y en ella aparece Matías, que tiene un gesto serio y desencajado.

-Hola...-susurro despacio.

-Hola...-responde cansado.

-¿Todo bien?

-Sí –asiente con la cabeza mientras se quita la camisa dejando su torso desnudo, miro sus movimientos mientras hace lo mismo con la bermuda que lleva puesta- ¿Tú? ¿Todo bien?

-Sí, me tomaré la pastilla. Me duele un poco la cabeza- Miento sobre la magnitud del dolor y omito el sangrado de hace un rato

-Bien, me ducharé y regreso para acostarme contigo.

-Okay...-desaparece hacia el baño, dejándome ver su ancha y fornida espalda y unos buenos y redondos glúteos. Suspiro antes de cerrar los ojos.

-¿Qué le ocurrió a tu vestido? –Preguntó desde dentro.

-Se ha manchado de salsa, lo he enjuagado- Miento.

-Ah...

Me relajo y pronto comienzo a sentirme dormitada. Sin embargo, el sonido de la puerta nuevamente abriéndose y el olor de un Matías limpio acercándose me hace abrir los ojos. Ya se ha secado y colocado un nuevo short de pijama, ha dejado su torso desnudo y ajusto la temperatura fría del aire acondicionado.

-¿Así está bien? puedo subirle si te parece muy frío.

-Está bien, pero estaré mejor si te recuestas conmigo –digo con coquetería, aunque con la voz débil. Matías sonríe de medio lado, esa sonrisa dulce pero atrevida que marca ligeramente su hoyuelo derecho, apaga la luz dejando solo la de la lámpara pequeña de la mesita de noche y se recuesta a mi lado, colocándose de medio lado, de cara a mí.

Su mano se posa por inercia en mi abultada barriga, por debajo de la tele del suéter y la camisa de pijama que llevo puesta, acariciando mi piel desnuda. Cierro los ojos y suspiro, aun boca arriba, acurrucándome más a su lado.

Mundos AdversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora